La mujer rey

Crítica de Giuliana Bleeker - Alta Peli

Hasta hace no mucho tiempo, hablar de cine épico de acción protagonizado por mujeres en Hollywood era casi un planteo surrealista. Si bien, personajes como la princesa Leía Organa o Mulán habían marcado precedente en el siglo pasado, la reticencia de la industria por otorgarle la narrativa heroica a mujeres -dentro y fuera de cámara- era innegable. Producto del cambio de paradigma y la imperiosa necesidad del sistema por ocultar sus desigualdades de género, mientras suma audiencias jóvenes mediante efectistas discursos “girl power“, la representación del héroe mesiánico en la gran pantalla está evolucionado. Así lo demuestra, por lo menos, la fantasía épica de la escena mainstream con películas como Valiente (2012) Mujer Maravilla (2017) o la última trilogía de Star Wars.

Resultado de esta agenda es también el estreno de La Mujer Rey (The Woman King; 2022), la epopeya de megapresupuesto dirigida por Gina Prince-Bythewood (La Vieja Guardia; 2020). Una declaración apasionadamente feminista que -a nivel ejecución, visual y, sobre todo, actoral- poco tiene que envidiarle a las piezas clásicas de acción históricas rebosantes de testosterona.

Presente en la última edición del Festival de Cine de Toronto, el film con Viola Davis a la cabeza hace foco en la historia de las Agojie, una unidad de élite integrada exclusivamente por mujeres guerreras que defendieron con uñas y dientes el reino de Dahomey, en África Occidental, durante siglos.

Amazonas al poder

La acción transcurre en el año 1823 en Dahomey, uno de los reinos más fructíferos de África que, gracias a su ubicación cercana al puerto de Whidah, dominaba el negocio de tráfico de esclavos a Europa. Liderados por el Rey Ghezo (John Boyega de Star Wars), la tribu posee también un temeroso ejército integrado por las Agojie, mujeres célibes estrictamente disciplinadas en diversas técnicas de combate que viven dentro del palacio y luchan contra las fuerzas invasoras, tanto europeas como de sus vecinos, el reino de Oyo.

Al frente de la legión de las Agojie se encuentra la General Nanisca (Viola Davis), una feroz luchadora víctima de un oscuro pasado que se ha ganado el respeto del Rey y colabora con éste en el armado de estrategias políticas. Tras una batalla contra los Oyo en donde el ejército sufre varias pérdidas, Nanisca pide a su mano derecha reclutar más mujeres. En medio de esta búsqueda de sangre nueva aparece en el palacio Nawi (Thuso Mbedu). una chica de 19 años que ha sido entregada como soldado por su padre tras negarse reiteradamente a casarse con pretendientes de la tribu. Instruida por Izogie (la maravillosa Lashana Lynch de Capitana Marvel) y vigilada muy de cerca por la General, la joven irreverente comienza a manifestar notables habilidades para la lucha que la convierten en una de las mejores.

El guion escrito por Dana Stevens (Un Ángel Enamorado, 1998) se basa muy libremente en los eventos reales, algo que ya ha provocado cierto revuelo en Estados Unidos entre quienes manifiestan que la película se toma ciertas licencias y presenta una versión edulcorada del reino de Dahomey y sus soldadas. Lo cierto es que, dejando de lado la clara falta de fidelidad histórica, la escritura no puede evitar caer en el clásico recurso de “buenos y malos”, muy común en este género, haciendo de cada victoria de Dahomey sobre sus vecinos, tan esclavistas y sádicos como ellos, una cuestión de revancha feminista.

Por otro lado, el film incorpora subtramas y personajes trillados dignos de la telenovela que se sienten innecesarios. Una de ellas incluye a un joven portugués de origen mestizo, hijo de un europeo y una mujer dahomey, que funciona como interés amoroso prohibido de la recluta Nawi, a quien la legión le exige preservar el voto del celibato de por vida.

Más allá de los convencionalismos y clichés del guion, La Mujer Rey posee aspectos muy favorecedores que compensan aquella decisión de ajustarse a los moldes, evitando tomar riesgos.

En principio, una Viola Davis inconmensurable que transmite el respeto y la tenacidad que requiere una figura como Nanisca desde la brutal escena inicial. Es emocionante ver a la ganadora del Oscar ocupar un rol tan empoderado en un tanque de acción con 57 años, un verdadero hito en la historia machista de un Hollywood que condena a sus actrices a papeles tradicionales y secundarios pasada la barrera de los 40 años.

La dirección de Prince-Bythewood representa otro de los puntos altos del relato. Lejos de la mirada paternalista que suele caracterizar a este tipo de producciones hollywoodenses, la autora refleja con espíritu entusiasta la camaradería de la tribu Dahomey y su respeto hacia las mujeres, quienes, como bien evidencia el título del film, también podían llegar al trono. Un elemento que contrasta con el salvajismo de los Oyo y de los hombres caucásicos que hacen turismo comercial en la Tierra Madre.

Resulta interesante como La Mujer Rey logra conectar a la audiencia con cada expresión cultural del universo de las Agojie, como la vestimenta, el entrenamiento y los bailes, creando poderosas escenas ritualistas que le otorgan a las guerreras un sentido casi mitológico. La cineasta, además, se ocupa de construir una atmósfera inmersiva de misterio, en donde sobrevuelan temas como el temor a los dioses, las profecías siniestras y el dolor punzante de un pasado traumático que se devela poco a poco entre flashbacks.

Por último, cabe destacar la correcta recreación de época que exhibe la película, filmada en entornos naturales de Sudáfrica. La arquitectura de las aldeas y el palacio en La Mujer Rey, sumado a toda aquella belleza que ofrecen las locaciones tropicales, con sus cascadas y laberintos de flora, hacen que visualmente merezca la pena. Un festín para los ojos que se ve potenciado por la fotografía de la británica Polly Morgan (DF de Un Lugar en Silencio Parte 2; 2021), quien logra que las guerreras atraviesen la pantalla con sus pieles brillantes iluminadas por la luz de la luna.