La muerte no existe y el amor tampoco

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

Esta segunda película del joven realizador argentino Fernando Salem sale de los parámetros propuestos en su ópera prima (Como funcionan casi todas las cosas) que jugaba en el territorio de la comedia, aún con sus padecientes personajes en crisis. En esta segunda propuesta el llamado es el del drama intimista, que nace de la transposición de la novela homónima de la escritora y cineasta Romina Paula, y así el filme comienza con una cita del mismo texto que ha sido adaptado.

El filme está radicalmente centrado en términos argumentales y formales en la subjetividad de su protagonista, la joven Emilia. A la vez que el punto de vista es exclusivamente el de Emilia, las tramas que confluyen la atraviesan a ella desde distintos aspectos: lo amoroso, la amistad, las ausencias, el amor, la muerte, y una serie de interrogantes casi existenciales que la protagonista se hace a lo largo de todo el filme.

La propuesta parece querer meterse en la trastienda de aquello que podríamos llamar el universo de “lo femenino”, con su forma de desear, su forma de percibir los vínculos y cierta introspección que se presenta como asociada a la condición de feminidad. Es claramente algo que conociendo el estilo literario de la autora ya citada debe circular en sus palabras, en su narrativa y si quisiéramos ser más precisos en la poética que ella construye acerca de “lo femenino”. Como un guiño o una reafirmación de esa presencia fantasmal que flota en todo el filme, Romina Paula encarna un personaje secundario pero no menos relevante en cuanto a su función en la trama.

Emilia, vuelve a su pueblo del sur convocada por el padre de su amiga fallecida hace años, para llevar acabo el ritual de enterrar las cenizas y tratar así de dar cierre a esa historia. Historia que suponemos penosa y trágica aunque inexplicable. Allí, instalada en la casa de los padres de Andrea, la ausente presente amiga, se cruza con su hermana (Romina Paula) se reencuentra con su padre, algunos amigos de su adolescencia y en especial con Julián quien fuera su amor, ese amor de juventud que intentó dejar atrás.

El argumento nada tiene de novedoso, y aunque podríamos dejar a un lado la preocupación argumental para esperar algo de esa emocionalidad que los relatos intimistas nos transmiten, tampoco nos atraviesa con esa flecha que pueden ser las emociones más íntimas de una joven mujer.

La actriz que encarna a Emilia, que claramente ha sido dirigida para contener su emocionalidad, no logra construir esa contención de manera solvente. Su gestualidad indefinida y la falta de precisión en el minimalismo corporal que el personaje necesita desarman las pocas chances que tiene el personaje de habitar en nuestras emociones.

El joven Salem, que ya ha dejado entrever su atracción singular por el mundo de las mujeres, no logra pisar tierra firme y el filme se siente muy exigido para intentar lograr algo que no alcanza.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria