La misma sangre

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

El peso de las herencias es el tema elegido por el director de Sin retorno (2010) y Betibú (2013) para regresar a la pantalla grande tras su incursión en la TV con la serie La fragilidad de los cuerpos. Se trata de un policial que pone en jaque a una familia de clase media judía. La muerte de uno de sus integrantes dispara un sinfín de interrogantes y promueve las sospechas de un camino que conduce a un campo que poseen de generación en generación.

La película empieza con una suerte de preámbulo que preanuncia la tragedia de sus descendientes: un anciano Norman Briski trabaja con su físico a pleno rayo del sol en un espacio rural cuando la muerte lo sorprende. Nueve años después, Elías (Oscar Martínez) controla el normal funcionamiento de su familia cuando la muerte en misteriosas circunstancias de su mujer Adriana (Paulina García) lo deja a él como blanco de todas las sospechas.

Del mismo modo que las otras películas de Miguel Cohan, se trabaja desde un registro policíaco, con la resolución del enigma como premisa, aunque también, será fundamental encontrar las razones de los responsables detrás de los sucesos. Para abarcar ambas aristas, la historia es contada en un primer momento desde su yerno Santiago (Diego Velázquez) como un testigo ocular que recopila pistas de modo detectivesco mientras observa con desconfianza a su oscuro suegro (Martínez).

En un evidente cambio de focalización, el mismo hecho es narrado desde uno Elías, uno de los protagonistas en el eventual crimen. La película adquiere de este modo la forma de un drama familiar: muestra los motivos económicos –producto de las malas decisiones pero también de la crisis económica y del Estado por su burocracia institucional- y humaniza al sospechoso. Sobre el final es su hija Carla (Dolores Fonzi) quien toma las riendas al juzgar el destino de su padre con los hechos y el corazón. Estas variaciones en el modo de contar la historia administran con inteligencia la información proporcionada al espectador.

Un acierto de producción es el casting, que aprovecha el don de Martínez para componer personajes odiosos y explota el duelo actoral con Fonzi, por segunda vez desde La Patota (2015), componiendo una conflictiva relación padre-hija. El chileno Luis Gnecco interpreta a Lautaro, amante de Adriana, Malena Sánchez a la otra hija y Emilio Vodanovich al inocente nieto y futuro heredero.

Como en Sin retorno (Betibú está basada en una novela de Claudia Piñeiro) Cohanescribe el guion original de esta sórdida propuesta sobre el peso de las herencias junto a su hermana Ana Cohan, para un film preciso y contundente que resquebraja a una familia desde su interior.