La mirada invisible

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Alguien acecha entre los muros del Nacional

Diego Lerman cuenta la historia de una celadora que, en plena dictadura militar, vela por hacer cumplir las estrictas reglas del colegio. El film fue calurosamente recibido en Cannes y participará en el Festival de San Sebastián.

Los siete años que duró la última dictadura militar fueron abordados en varias oportunidades por el cine argentino pero, casi tres décadas después, el lúgubre legado del conocido como Proceso de Reorganización Nacional todavía ofrece infinitas aristas para analizar.
En ese sentido Ciencias morales, de Martín Kohan, se interna de manera colateral en la cuestión de la represión a partir del clima que se vivía por aquellos años en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Y Diego Lerman adapta la historia para el cine, con la finaldidad de hablar sobre los años de plomo, en tanto la institución “es un selecto resumen de la nación entera”, como bien describe con ironía el autor del libro.
Si cada película es un universo cerrado con sus propias características, el film de Lerman busca en la escuela-nación la representación, las marcas de un micromundo que replica lo que está pasando afuera, un fuera de campo convulsionado que incluye una dictadura agonizante pero todavía feroz y el comienzo de la Guerra de Malvinas, su última aventura sangrienta.
La mirada invisible muestra a María Teresa (Julieta Zylberberg), una preceptora que impone la absurda disciplina de un sistema opresivo con la convicción de los meticulosos, una burócrata obsesiva, necesariamente gris y convenientemente eficaz, que tiene como guía y modelo al señor Biasutto (Osmar Nuñez), el jefe convencido de las directrices del Proceso que dispara frases como “fumar en el colegio es el cáncer de la subversión que todavía nos amenaza”.
Porque María Teresa está obsesionada con que algunos alumnos fumen en el colegio y después de conseguir el permiso del siniestro Biasutto, cada vez que puede se encierra en el baño de hombres para pescar a los infractores.
Diego Lerman demostró en Mientras tanto (2006) y Tan de repente (2002), que su interés pasa por los procesos de cambio de los personajes y su tercer film no es la excepción.
La pulsión de un personaje obsesionado con el orden, los planos detalle de los dedos midiendo el largo del cabello de los alumnos, la tensión sexual reprimida, los amplios pasillos vacíos, el ruido apagado de las manifestaciones en la calle, confirman la gigantesca oscuridad de aquellos años y a la vez, preanuncian el fin de una época y del futuro incierto de María Teresa, una criatura tan dañada por la dictadura como el resto de la sociedad.