La maldición del guapo

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Se estrena en Cine.Ar TV el jueves 27 de agosto a las 20 y repite el sábado 29 a las 20. A partir del 28 de agosto disponible en la plataforma Cine.Ar

Humberto (Gonzalo de Castro) es un argentino dueño de un bar más o menos elegante en Madrid, una especie de diletante culto y seductor. Pero Humberto esconde un secreto de su pasado, de hecho ni siquiera se llama Humberto. Es un ex estafador que pasó una buena temporada tras las rejas, lo que le costó no solo unos cuantos años de su vida sino también la relación con su familia, es decir su esposa ya fallecida y su hijo Jorge (Juan Grandinetti) quien no le perdona lo que les hizo pasar. Jorge es hoy empleado de una exclusiva joyería y, luego de ser víctima del robo de unas joyas por un descuido propio, le pide prestado a su padre el dinero para reponer la falta y conservar su empleo, muy a su pesar ya que el resentimiento continúa intacto. Humberto accede a ayudar a su hijo a cambio de que le permita vivir unos días con él para, cree él, recomponer la relación y tratar de conocer su vida y su entorno. Jorge accede de mala gana sin perder oportunidad en esa convivencia forzada de mostrarle su desprecio. Pero Humberto está decidido a aguantar los desaires y recuperar el cariño filial. En ese interín se va a ir introduciendo en el mundo de relaciones de su hijo y sobre todo de sus ricos patrones, lo que puede despertar la tentación de retomar antiguos hábitos.

Beda Docampo Feijó, director y guionista argentino nacido en España, que aquí presenta su 11° largometraje, expresó recientemente su rechazo por el humor de las sitcoms basado en gags y su preferencia para este caso por la comedia de situaciones, citando como influencia autores clásicos de la comedia como Billy Wilder o Woody Allen a los que podríamos quizás añadir a Ernest Lubitsch con su uso de la ironía y el duelo verbal. La maldición del guapo se trata en efecto de una comedia que intenta ser sofisticada, fina y elegante como sus personajes pero, al igual que en estos, hay algo de impostura en esa pretensión.

El film aspira menos a la risa que a la sonrisa y con estos elementos algunas despierta pero también cansa con su profusión de frases ingeniosas y citas eruditas (Shakespeare, Cervantes, Kierkegaard) pronunciadas por personajes que se presumen cultos para un público que gusta pensarse idem. Tal es así de notorio el recurso que llega al plano de la autoconciencia cuando le preguntan al protagonista si no se cansa de decir frases ingeniosas, a lo que este responde que las frases le brotan. Hay algo ahí sugerido del orden de la naturaleza, de algo que no se puede evitar. Humberto no puede evitar ni ser un tipo ingenioso, ni un estafador ni un seductor. Y también podría pensarse como una confesión del autor del film, que no puede dejar de largarnos esas frases ingeniosas que simplemente brotan incontenibles.

Hay algo de comedia Screwball, no solo por los diálogos filosos sino también en lo que hace a retratar los conflictos entre las clases sociales. Después de todo Humberto es apenas el dueño de un bar y Gonzalo apenas un empleado, ambos moviéndose en un ambiente al que no pertenecen realmente. Aunque no se trata tanto de una crítica, ni la del adaptado hijo ni la del transgresor padre. Personajes inteligentes, ocurrentes, de egos gigantes, muy confiados de sus dones (aunque a veces fallen) que gustan codearse con una clase a la que desprecian intelectualmente y a la que quieren embromar pero a la que envidian y desean fervientemente pertenecer. Una clase opulenta y frívola cuya cultura es superficial y banal basada en una erudición vacía que se expresa en citas y anécdotas. En eso Humberto se diferencia apenas en su falta de poder adquisitivo.

Hay dos vertientes principales del relato. Una es la trama de estafadores que es principalmente la oportunidad para los duelos de talento e ingenio en la forma de planes complejos, de timadores que quieren burlar a otros timadores. Y la otra es la trama familiar, la de un padre tratando de reencontrarse con su hijo, cuya emotividad queda enterrada bajo las capas de pretendida sagacidad. Pero también hay otra pequeña vertiente, más rancia, de comedia sexual llevada a cabo por viejitos verdes/piolas deseosos de jovencitas que a la vez se mueren por sus encantos otoñales, donde el amor es un juego y las mujeres son un trofeo intercambiable y hasta cedible.

Beda Docampo Feijóo ya retrató estos ambientes de clase alta ilustrada como guionista (Camila, Miss Mary) y como director (El marido perfecto). Lo que allí era drama aquí es como la versión liviana del cinema de qualité con el que a veces se lo identifica. Un film pletórico de guiños y agudezas, que es prolijo, correcto, ligero y anodino.

LA MALDICIÓN DEL GUAPO
La maldición del guapo. Argentina, España, 2020.
Dirección: Beda Docampo Feijóo. Intérpretes: Gonzalo de Castro, Juan Grandinetti, Malena Alterio, Ginés García Millán, Cayetana Guillén Cuervo, Carlos Hipólito, Andrea Duro, Paula Sartor. Guión: Beda Docampo Feijóo. Fotografía: Imanol Nabea, Música: Federico Jusid. Montaje: Cristina Laguna. Dirección de Sonido: Juan Ferro. Dirección de Arte: Sandra Iurcovich. Producción: Luis Sartor, Ángel Durández, Ignasi Estapé, Ibon Cormenzana. Duración: 89 minutos.