La maldición del guapo

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

La maldición del guapo es una película que, por sus modos de pensar, entender y ejecutar el cine, nació vieja, como si se tratara de algún proyecto pensado en la década de 1980 y desempolvado recientemente vaya uno a saber por qué. Sin embargo, a diferencia de casi siempre, la vejez no implica falta de frescura. Al contrario: lejos de la solemnidad o de las grandes frases sobre la vida que suelen atravesar varias películas de Beda Docampo Feijóo, su último trabajo es una comedia leve y efímera sobre ladrones y estafadores, pero sobre todo sobre padres e hijos.

El protagonista es Humberto (Gonzalo de Castro), un hombre bajo cuya galantería esconde un pasado de estafador y una condena a varios años de prisión en Buenos Aires, donde conoció a una mujer con la que tuvo un hijo al que prácticamente desconoce. Ya radicado en España y alejado (al menos un poco) de la vida delictiva, Humberto recibe la inesperada visita de ese muchacho (Juan Grandinetti), que lo detesta pero no puede evitar recurrir a él ante la necesidad de conseguir varios miles de euros para solventar unas piedras preciosas robadas por unas clientas de la joyería donde trabaja.

Ese pedido asoma como una oportunidad para intentar recomponer un vínculo aquejado por el tiempo y la distancia, pero también por las actitudes del pasado. Lo que al principio es frialdad y pase de facturas, lentamente se convierte en un duelo dialéctico de alta intensidad entre esos dos hombres que compartirán fiestas y charlas, descubriendo que en el fondo no son tan distintos como pensaban.

Que nadie espere una comedia renovadora ni mucho menos trasgresora. Lo que hay es una amable fábula sobre el amor, la lealtad y los vínculos familiares con un humor algo apolillado aunque eficiente en sus módicas intenciones y, sobre todo, una indudable química entre Grandinetti –perfecto en su decadente galantería y con un acento español tan logrado que ni se nota- y de Castro. Los afilados diálogos entre ambos son, por lejos, el punto más alto de una película con más virtudes que errores.