La maldición de la casa Winchester

Crítica de Rosana López - Fancinema

A LA SOMBRA DE AMITYVILLE

El subgénero de casas encantadas, que supo tener furor en los 70′, con la mencionada Amityville, La casa embrujada y la más desconocida pero excelente Pesadilla diabólica, hoy tiene como abanderada las sagas de El conjuro o La noche del demonio, además de Marrowbone. La maldición de la casa Winchester no parece hacer justicia a su grupo.

La fascinante mansión Winchester en California, EE.UU., es considerada como una de las casas más embrujadas del país -aparte de Amityville- y con una interesante leyenda que envuelve sus 160 habitaciones. Sin embargo, los gemelos Spierig -responsables de las infumables Undead y Jigsaw, y sólo la rescatable Vampiros del día-, no logran sacarle el jugo narrativo al rico mito del inmueble con mayor actividad paranormal, proponiendo solo un pobre thriller sobrenatural. Eso sí, respetando la belleza victoriana del edificio en cuestión.

La vida de la anciana y viuda del empresario de los rifles, interpretada por una correcta Helen Mirren, se encuentra desdibujada por una narración con pobrísimo clima misterioso. Además, Los Spierig caen en todos los lugares comunes del terror clásico y los efectos visuales de los espectros fantasmales son realmente para llorar. Toda la buena calidad en fotografía y ambientación de período se ve marchita con el bajo presupuesto de las apariciones del otro mundo, algo imperdonable para estos sujetos que ya cuentan con un prontuario de films dentro del terror.

La propuesta se queda de esta forma a mitad de camino, con casi hora y media que aburre a los espectadores. El factor biográfico de la viuda obsesionada con los fantasmas que moran en la residencia y que por ello debe realizar tantos cuartos o salas como el inframundo le demande, queda solo como mero elemento de decoración. Lo mismo puede decirse de su obsesión con el número 13 para evitar que estos seres dañen a su sobrina nieta y su pequeño hijo. Todo esto sucede bajo la supervisión de un reacio doctor –encarnado por un Jason Clarke en un tono muy parecido a las interpretaciones de Robert Englund- contratado por la firma Winchester, que tendrá que analizar la cordura de esta anciana. Demás está decir lo poco aprovechado que está la interesante calidad actoral del joven Eamon Farren, cuyo rostro griego y a la vez siniestro es mejor explotado en Twin Peaks.

Pero claro, todo es posible que ocurra en esta laberíntica casa donde la razón no cuenta y que dista de transmitir el pavor típico de una visita guiada a la verdadera edificación o el miedo imaginario de los pasadizos enredados en la literatura borgiana o de Edgar Allan Poe. 100% olvidable y sin salida.