La maestra

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

LA VOLUNTAD DE PODER

…“Cuéntanos Branko, cuéntanos! Les has hecho algo?/ Dicen que soy culpable, pero los culpables son ellos / Antes la vida valía la pena, los eslovacos somos un pueblo orgulloso/ Ay! Sus vidas eran tan libres, como un pez en el riachuelo”…

Estas estrofas del poema Brankho (1864), del escritor romántico eslovaco Samo Chalupka, son pronunciadas por los alumnos de una clase de primaria, allí por 1983 en Checoslovaquia. Este grupo de niños, junto a la profesora Mária Drazdechová, sus padres y los directivos de la escuela, protagonizarán el filme La profesora.

El poema habla de un país en el que aún el Partido Comunista no ocupaba el poder absoluto. Es un poema épico romántico, que habla de un hombre luchando contra otros más poderosos que lo acusan de ser un “culpable de…”, no importa qué. Versos que refieren a la lucha personal de Chalupka contra Rusia como soldado polaco en 1830, de donde regresa herido y vencido.

Esta introducción parece una forma muy indirecta de entrar a la película, en cambio es todo lo contrario, ya que el filme del que hablaré se dedica a poner en duda algunos de los tópicos claves que aparecen en el poema: “el poder, la ideología, el individuo, sus valores y la libertad”.

La historia de la película se instala en una escuela estatal de Checoslovaquia allá por septiembre de 1983, en pleno poder del partido comunista. Pero en esa época, este modelo que nació lleno de utopías, estaba en plena curva decadente. Cuando se enfrentó con los fantasmas del poder absoluto se enfermó de rigidez, de ciega ideología en vez de auténticos ideales, de abuso de poder en vez de voluntad de poder, y el individuo con su necesidad de libre albedrío quedó en el pantano de los sueños fallidos. No olvidemos que 8 años más tarde, en 1991 caerán el sistema en la URSS y el Muro de Berlín.

Esta aula de colegio primario refleja el modelo del sistema, como toda institución es ideal para poner en espejo como discurre el poder y la ideología de un país. Así es que allí nuestros personajes centrales son el grupo de alumnos en general, y al mando la maestra Mária Drazdechová que además ejerce en la institución otro rol nada menor: es la jefa del Partido Comunista. Una dosis contundente de poder para una sola persona.

“Cuando nombre a cada uno se para y me dice a que se dedican sus padres”, la frase que parece integradora y pedagógica, tiene finalmente otras especulativas intenciones. La respuesta de cada niño es anotada con precisión, “mi madre trabaja en una tienda y mi padre es carpintero”, “mi padre trabaja en una obra y madre era peluquera, pero ahora está en casa con mi hermana menor y atiende solo a sus clientas de toda la vida”.

Mária se presenta como una pobre mujer viuda de un militar comunista, necesitada de la solidaridad de los otros: “Somos seres humanos, debemos ayudarnos los unos a los otros”, esa frase como un latiguillo recae en el filme cada vez que Mária justifica su manera de proceder con el alumnado y sus padres. Se dedica a “pedir” con aparente desinterés y humildad, distintos “favores” a los padres de los niños, que se deben ofrecer de manera totalmente gratuita y subtextualmente obligatoria. “La que le hace la peluquería, el que le arregla el lavarropas, el padre que se dedica a hacerle las compras del hogar, los alumnos que van a limpiarle la alfombra, lavar los paltos y ordenar la casa” y así la lista se extiende y se complejiza. Un día que el padre de una alumna, Kucera, contador en el aeropuerto, se niega a realizar un pedido que percibe extorsivo: enviarle una torta a su hermana que vive en Rusia (cosa totalmente prohibida por el régimen), el conflicto estalla.

La negativa funciona como disparador de una tensión creciente y la revelación progresiva de la forma de manejar el poder por parte de “la profesora”. A partir de ese momento la hija del contador será aplazada una y otra vez de manera humillante. Mientras que la hija de la que le hace todos los “favores incondicionalmente” lleva las notas más altas y el mejor trato en la clase. No quiero spoilear los detalles de todo este mecanismo de abuso, ya que tiñe la vida de todos los personajes que la rodean, en cada caso con matices diferentes pero siempre frente al mismo imperativo: “quien no se entrega incondicionalmente pagará su castigo”.

El filme funciona como un retrato social que dirige una mirada crítica sobre el uso del poder, habla obviamente sobre el comunismo y esa recta final donde los valores están en decadencia, pero si observan el relato con atención hasta la última escena, verán que también la crítica excede al régimen y habla de la problemática del abuso de poder y sus implicancias éticas y morales en todos los sistemas políticos.

En cuanto a lo netamente cinematográfico vale destacar algunos hallazgos importantes: la estructura no lineal de la narración, que funciona como un doble abanico conectando el presente y el pasado unidos a través de los disparadores de lo que acontece en el presente del filme. El presente describe una conflictiva reunión de padres donde se debate el caso de la familia Kucera, lo que implica definir por votación el futuro de la profesora Mária en la institución.

Otro elemento a destacar es la dirección de arte, que reconstruye una época, los años 80 en un país comunista, algo muy específico y logrado con gran verosímil. La cámara es austera, clásica y efectiva. El montaje es de una factura impecable, con precisión en los cortes y un fluido manejo de la estructura narrativa.

Para cerrar, sin duda alguna las actuaciones brillan en varios casos. Especialmente Zuzana Mauréry en el rol de Mária Drazdechová, logra esa equilibrada sinergia entre perversión y seducción, entre verdad y falacia, y construye una maravillosa metáfora a través un personaje tan simple y tan complejo a la vez, que vive enceguecido por una ideología distorsionada y que se ha transformado en un monstruo sin saberlo.

“Camarada, ¿qué ha quedado de ti?..”

Por Victoria Leven
@victorialeven