La luz del fin del mundo

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

Se estrena La luz del fin del mundo, segunda película dirigida por Cassey Affleck (I'm Still Here), que también escribe y protagoniza el film.
Cassey Affleck es el padre de una niña llamada Rag (Anna Pniowsky) en un mundo en donde un virus ha acabado con gran parte de la población femenina. Esto provoca claramente que haya menos nacimientos y que el padre deba refugiarse y alejarse de otros hombres. Incluso haciendo pasar a su hija por un varón.

Lo primero que hay que destacar es el notorio cambio en la traducción del título (algo habitual). El título original es Light of My Life o La luz de mi vida. Este pequeño pero gran cambio habla mucho de la relación entre el padre y su hija. Mientras que el cambio del título en Argentina da más importancia al contexto de lo que la misma película hace.

Dejando de lado eso, Affleck escribe la difícil relación de un padre criando solo a una hija. La amenaza latente se enmarca dentro de la ciencia ficción pero, tranquilamente, es un drama realista que revela la importancia de la mujer en el mundo y lo poco que podríamos hacer los hombres sin ellas.

La joven Pniowsky trabaja todo el film a través de sus miradas y su expresión corporal: por momentos tratando de actuar como un varón pero por otros disfrutando la realidad de ser una niña. Esto claramente se logra gracias a una increíble confianza y química entre ella y Affleck.

La luz del fin del mundo construye la mayor parte de su relato con protagonistas que evitan el conflicto. Algunos flashbacks de Elisabeth Moss, como la madre, completan aún más el vacío emocional del padre. Toda la tensión se libera al final del film.

La similitud con La carretera de John Hillcoat (basada en la novela de Cormac McCarthy) es que tocan ciertos temas de la paternidad en un mundo apocalíptico. Ambas películas logran un mensaje conciso de lo que quieren decir, pero el film de Affleck se apoya más en la figura de la niña en un mundo gobernado por hombres. Y la amenaza no es la falta de alimentos o medios para sobrevivir, sino el miedo a la incertidumbre.