La luz del fin del mundo

Crítica de J. Gregorio Maita - Cinescondite

Las cargas abundan en el viaje del miedo.

Román es un hombre que acostumbra visitar a su madre en ciertas temporadas, y gusta de dormir en el patio, acostado en la hamaca. Su hija de ocho años lo acompaña. Allí se hunden en el sueño mientras observan entre las palmas de coco las pocas estrellas que las luces de la ciudad les dejan ver. Una noche, Román es despertado abruptamente. Un joven armado le pregunta, mientras señala la hamaca donde duerme la niña, si es varón o hembra. Él, aún con el terror, le responde que es varón. El invasor pareciera chasquear con pesar y desaparece. El terror de Román es el mismo de Casey Affleck, interpretando al padre de Reg (Anna Pniowsky): el de los hombres que aman a las mujeres; ya sean sus hijas, esposas, hermanas, madres, o amigas. Su papel, como nos tiene acostumbrados -ver los ejemplos de Manchestar by the sea, The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford, A Ghost Story, entre otros-, es el de un hombre encorvado, con un gran peso en el alma.