La leyenda del Rey Cangrejo

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"La leyenda del Rey Cangrejo": un hombre que fue muchos hombres

La nueva película de los realizadores de "Il solengo" confirma con creces el talento de Zoppis y Rigo de Righi para erigir universos al mismo tiempo familiares y extraños, por momentos de una belleza y un poder evocativo sobrecogedores, reconstruyendo una poética de la aventura que puede antojarse extinta.

En el inconsciente cinéfilo, la tipografía, espesor y diseño de los títulos de apertura de La leyenda del Rey Cangrejo disparan de inmediato recuerdos de la década del 70. El rodaje en fílmico, cuyas marcas y “defectos” aparecen en pantalla esporádicamente, no hacen más que apoyar esa sensación de viaje temporal. Son precisamente otros tiempos, aún más lejanos, los que recrea el nuevo largometraje de la dupla integrada por el italiano Matteo Zoppis y el ítalo-estadounidense (residente en Argentina desde hace muchos años) Alessio Rigo de Righi, quienes vienen reelaborando la tradición de los relatos orales desde el mediometraje Belva nera (2013) y el largo Il solengo (2015). Ese elemento vuelve a ocupar un lugar central en Rey Cangrejo, cuyo título es explicado bien avanzada la proyección, aunque en esta oportunidad la impronta de la ficción les gana la partida a las capas documentales, siempre presentes en su obra. Escrita por ellos mismos, con la colaboración de Alejandro Fadel (Muere, monstruo, muere) en la segunda parte de lo que podría describirse como un díptico, la película tiene como protagonista a un hombre de barba tupida y ojos verde esmeralda (el actor debutante Gabriele Silli) llamado Luciano.

“Luciano era un loco. Luciano era un noble. Luciano era un santo. Luciano era un borracho”. Luciano era todo eso y mucho más, según se desprende del relato construido por varias voces desde la actualidad: un grupo de hombres, en su mayoría ancianos, reunidos alrededor de una mesa. El hombre y sus tiempos. Luciano y sus luchas: el alcohol, el amor, los derechos personales y sociales. Luego de ese prólogo en el que los hechos se confunden con los mitos y la descripción somera se adorna con detalles de toda índole, la anécdota se traslada hacia finales del siglo XIX (o comienzos del XX) para encontrarse con el protagonista, el hijo del único médico de un pequeño pueblo de campo, enfrentado ideológicamente a las prácticas de un príncipe que marca los días y las noches de los habitantes del lugar. Es el caprichoso cierre de un paso para los animales de pastoreo lo que provoca un conflicto cuya escalada tiene consecuencias imprevisibles pero inevitables para todos los involucrados.

En el primer capítulo de La leyenda del Rey Cangrejo hay ecos del Pasolini de la Trilogía de la vida, aunque marcados por la prosa y no tanto por los versos, con un grupo de actores y actrices no profesionales tildando los diálogos con un acento a mitad de camino entre el naturalismo y la declamación autoconsciente. Los campesinos tienen miedo pero Luciano no, y su romance prohibido más la enemistad con los soldados del amo del castillo derivan en tragedia y exilio. Re Granchio, estrenada el año pasado en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, sorprende con un corte abrupto a mitad de camino. Un subtítulo afirma que lo que está a punto de verse y oírse ocurre en “el culo del mundo”. Así, el relato se traslada a Tierra del Fuego, donde Luciano ha reinventado por completo su existencia, corriendo detrás de un tesoro de la corona española escondido en algún lugar por el capitán de un navío. La pantalla se llena de imágenes que remiten sin escalas al universo del western y al cine del Werner Herzog más aventurero, poblado por hombres cuyas ambiciones van siempre de la mano de la locura.

Entre aguas ponzoñosas, leyendas selk'nam, hombres rudos y armados, riscos peligrosos y un cangrejo que hace las veces de brújula viviente, en la segunda parte del film se habla en estricto español, mientras la búsqueda del tesoro va acompañada de traiciones, alianzas, recuerdos del pasado reciente y la inextinguible búsqueda de riquezas y honores. Luciano es otro pero no ha dejado de ser el mismo de antes, y los recuerdos de otra vida, de ese amor que no se ha podido olvidar, tal vez por estar unido indisolublemente a la culpa, se entremezclan con los temores y riesgos del presente. La leyenda del Rey Cangrejo confirma con creces el talento de Zoppis- Rigo de Righi para erigir universos al mismo tiempo familiares y extraños, por momentos de una belleza y poder evocativo sobrecogedores, reconstruyendo una poética de la aventura que puede antojarse extinta.