La leyenda de Tarzán

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

La novela de Burroughs ha sido la plataforma para varios filmes; el primero de ellos fue la película muda “Tarzán de los monos” (1918), dirigida por Scott Sidney, protagonizada por Elmo Lincoln. La siguiente, y más famosa adaptación, fue “Tarzán el hombre mono” (1932), dirigida por Woody Strong Van Dyke y protagonizada por Johnny Weissmüller, quien se convertiría en la estrella de veinte films sobre Tarzán. De esta última cinta se realizarían dos remakes: “Tarzán el hombre mono (1959)”, dirigida por Joseph Newman, protagonizada por Denny Miller, y “Tarzán, el hombre mono” (1981), dirigida por John Derek y protagonizada por Miles O'Keeffe.
Hasta la fecha se han realizado tres adaptaciones más: “Greystoke, la leyenda de Tarzán, el rey de los monos “ (1984), dirigida por Hugh Hudson, que resultó ser la adaptación más fiel al libro y fue protagonizada por Christopher Lambert. “Tarzán de los monos” (1999), animación producida por Diane Eskenazi y “Tarzán” (1999), película animada realizada por los estudios de Walt Disney Pictures, con Tony Goldwyn como la voz de Tarzán.
La versión moderna de mayor éxito financiero sigue siendo la de Disney (1999), el Tarzán más grave ha sido la versión de Hugh Hudson en 1984, y la más ridícula fue, sin duda, de John Derek en 1981, en la que el director estaba mucho más interesado en la fotografía y los semidesnudos de su esposa, Bo, que en el personaje que daba nombre a la producción.
La historia que Burroughs cuenta transcurre en el Congo y en la Inglaterra del siglo XIX y principios de XX, y señala de manera crítica la repartición de África por las naciones europeas en la Conferencia de Berlín de 1884. Allí se trató de establecer límites para el rapaz rey de Bélgica Leopoldo II, quien había fundado y explotado el Congo como si fuera una empresa privada. De allí extrajo caucho, diamantes, oro y otras piedras preciosas, con la utilización de la población nativa como mano de obra forzada y esclava. Uno de sus secuaces en la apropiación de ese territorio fue Henry Morton Stanley, que en el filme será Leon Rom, interpretado por el icónico villano: Christoph Waltz.
En esta versión de “La leyenda de Tarzán”, elaborada por los guionistas Adam Cozad y Craig Brewer, la historia comienza cuando Clayton / Tarzán (Alexander Skarsgård - "True Blood" TV 2008-2014, “Zoolander 2”, 2003, “Waron Everyone”, 2016 ) es ya una leyenda: criado por simios, querido por los habitantes locales, es miembro de la Cámara de los Lores y vive en el castillo de los Greystoke con su amorosa esposa estadounidense, Jane (Margot Robbie), decidida, franca, y no tradicional. Sin embargo, poderosas fuerzas quieren enviarlo de nuevo a Broadbent para averiguar que sucede con el rey Leopold que ha cortado el acceso al Congo Belga a otras potencias económicas.
“La leyenda de Tarzán” está llena de grandes ideas: en cuanto a animales v humanos, exploración y explotación, primitivismo y civilización. Pero es una pesada carga temática para desarrollar en una sola película, especialmente cuando el fin último es realizar una construcción que refleje que el mundo de explotadores y explotados no se ha modificado en absoluto.
David Yates proveniente del mundo de la televisión y la realización de las cuatro últimas películas de Harry Potter, no consigue dar en el vuelo poético que había conseguido especialmente en el última de la saga, y aunque se apoyó en toda la tecnología del mundo digital para 3D no logra crear una imagen real del espacio, los animales o las personas. Todos parecen salidos de un boceto sin resolver. Los colores utilizados para la fotografía son apagados, tal vez con cierto aire de valorización a las películas antiguas, pero el resultado es una falsa imagen de otro mundo.
“La leyenda de Tarzán” es en realidad un reciclaje que trata de traer a la actualidad los héroes de antaño, pero en éste caso resulta ser un experimento mejor que el fallido intento con “El llanero solitario” (2013), de Gore Verbinski. En esta versión no están obsesionados por la pirotecnia o los efectos especiales, aunque la multiplicación de los nativos, soldados y animales sean creaciones del trucaje digital.
Tanto el director como los guionistas son respetuosos con el material de Burroughs, pero se toman algunas licencias y recrean vida del protagonista a través de flashbacks, estratégicamente colocados, en los que el espectador puede entrar y salir con ellos sin sentir incomodidad. Otro de los artilugios que se agradece son la notas de humor que están llenas de sarcasmo, y en algunos casos son chistes anacrónicos, generalmente provenientes de Samuel L. Jackson que interpreta al compañero de Tarzán, George Washington Williams, pero a la vez representa la mirada americana sobre los intereses económicos comunes con los ingleses y holandeses.
La película mantiene un ritmo vertiginoso a través de la carrera contra reloj por alcanzar primero un tren lleno de esclavos, luego un barco a vapor. Las subtramas también aportan una línea de acción que intensifica la principal, y la música a su vez, en esa extraña mezcla con el sonido ambiental, proporciona los efectos de puntuación que marcan la transición entre escena y escena.
Pero no se puede caer en la ingenuidad de creer que ésta realización es sólo de aventuras, y que su línea de acción es denunciar al colonialismo del siglo XX, en realidad lo que también sugiere es que ciertas intenciones dominadoras, con ribetes democráticos, continúan a través de la Unión Europea que, al igual que el Congo, que estaba en manos de Leopold, ésta está bajo la controladora mano de Alemania. El Brexites, en cierto modo el Tarzán actual, al que apoya Estados Unidos y las otras tribus del norte que también quieren escapar de esa sujeción.