La ley de la jungla

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

LUGARES EXTRAÑOS

La ley de la jungla, nueva comedia de Antonin Peretjatko, trabaja desde un lugar anárquico y absurdo el vínculo entre Francia y sus colonias en la actualidad, más específicamente la Guayana Francesa. La Guayana Francesa pertenece al resabio colonial de potencias europeas de ultramar situadas en el continente europeo, en este caso Francia, territorio que resulta tan extraño a ese país como al nuestro, que apenas suele nombrarse como una región territorial al norte de Brasil durante los primeros años educativos (junto a Surinam y Guyana). En todo caso, la Guayana Francesa probablemente sea un poco más famosa por el servicio penitenciario en las Islas del Diablo, que dio lugar a la obra Papillon que luego fue adaptada por Franklin Schaffner al cine en 1973. Pero más allá de estos datos anecdóticos, la película explora la extrañeza y la ignorancia de este destino poniendo a un personaje que está en el lugar y el momento equivocados, intentando una empresa imposible.

Nuestro protagonista es un desafortunado pasante del Ministerio de Normas (Marc Chataigne, interpretado por Vincent Macaigne), que tiene como encargo la titánica tarea de supervisar el progreso de la construcción de un complejo de nieve en el medio de la jungla, con la finalidad de atraer turismo europeo a la región. Tras las accidentadas reuniones con el grupo encargado de la construcción del complejo, decide realizar una visita al lugar donde va a instalarse, para allí comprender que no será una tarea fácil. Para ayudarlo se encuentra la irónicamente llamada “Tarzan” (interpretada por Vimala Pons), otra pasante, pero de la oficina de bosques forestales, que intentará guiarlo a través de los parajes selváticos. Previsiblemente el resultado termina en desastre, llevándolos a confrontar los peligros que se ocultan en una jungla que les resulta amenazante, al mismo tiempo que desarrollan un estrecho vínculo amoroso.

El anarquismo de un guión que se toma licencias para acompañar la odisea de Marc y Tarzán, reposando en el absurdo de acompañar los prejuicios que puede tener el protagonista a través de la hipérbole -digamos que nuestra pareja se enfrenta al follaje intransitable de la selva, animales peligrosos, grupos paramilitares y un culto religioso de hábitos caníbales entre elipsis-, encuentra por momentos lucidez pero en otros se nota cierta desprolijidad entre situaciones donde los gags aparecen aislados, como si fueran el sketch perdido de un programa de televisión. Si bien debe esencialmente a la comedia francesa de finales de los ´70 y ´80 (hay elementos del cine de Francis Veber, por ejemplo), el film también incluye una ácida mirada política para ilustrar la burocracia estatal y el presente político de Francia, además de desacralizar la solemnidad del cine de aventuras. Es casi inevitable no ver en la empresa imposible de Marc una parodia de la empresa imposible en la jungla que atraviesa, por ejemplo, el Fitzcarraldo de Herzog.

En todo caso, La ley de la jungla resulta irregular a pesar de sus buenos momentos y la presencia magnética de figuras como Macaigne y Pons, esencialmente por un guión que abandona la uniformidad del relato sin decidirse tampoco a entregar un disparate o una comedia romántica.