La La Land

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

Canción perfecta y melancólica

Con 14 nominaciones al Oscar y siete Globos de Oro ganados, "La La Land" arranca en muchos la pregunta inevitable: "¿Será para tanto?". Para responder a esta pregunta habría que remitirse a la ópera prima del director de "La La Land", Damien Chazelle, la impecable y también premiada "Whiplash", que tres años atrás nos dejó con la boca abierta con su nivel de precisión e intensidad. Chazelle, que tiene sólo 32 años, sabe perfectamente lo que quiere y lo que hace, y eso se termina de confirmar ahora con "La La Land".

   El maestro Bob Fosse dijo alguna vez: "Los musicales no son la vida real, pero son como la vida real debería ser". En pleno siglo XXI, Chazelle consigue al fin plasmar esa naturalidad en el musical de la que hablaba Fosse. Los protagonistas de "La La Land" no son cantantes ni bailarines virtuosos. Sólo reflejan con sus movimientos (después de muchas horas de ensayo, por supuesto) lo que sus cuerpos les piden. Bailan y cantan por la pura expresión, comunicando una intensidad y un juego que está más allá de las palabras. Las referencias de la película son varias: desde clásicos como "Cantando bajo la lluvia" o "Brindis al amor" hasta el cine de Jacques Demy. Pero el director no las toma como simples guiños nostálgicos, sino que las trabaja como influencias para transformarlas en algo nuevo, y así logra imprimir naturalidad aún en el artificio.

   El guión es una historia de amor tan clásica como melancólica: ella es una aspirante a actriz que trabaja en la cafetería de los estudios Warner, y él es un músico de jazz (un purista) que sueña con tener su propio bar para tocar y difundir la música que más le gusta. La historia mantiene un equilibrio envidiable. Nunca se torna almibarada o cursi, y jamás pierde el foco de los protagonistas. Para esto el director se apoya en una pareja con mucha química: Ryan Gosling baila, canta y hasta toca el piano, pero Emma Stone es la que brilla como nunca, y por este trabajo realmente se merece un Oscar.

   La película tiene un puñado de escenas memorables (el encuentro en el Observatorio Griffith es increíble). Pero además hay una fuerza vital fenomenal que gravita detrás de las películas de Chazelle: el director es un believer (creyente), algo que ya se había notado en "Whiplash". El cree en la música y en los vínculos que la música crea, y piensa que esos vínculos son indestructibles.

   Para terminar, bien vale una aclaración. "La La Land" no es para un "público turista" a la caza de "películas nominadas al Oscar". Es para un público amante del cine y de los musicales, o para todos aquellos con la sensibilidad como para dejarse llevar por una historia de amor atravesada por la música, los sueños, las añoranzas y los fracasos.