La jugada maestra

Crítica de María Paula Putrueli - A Sala Llena

Una historia en jaque.

No es necesario ser un entendido o conocer mucho sobre ajedrez para que el nombre de Bobby Fischer nos suene familiar, posiblemente porque representó mucho más que a un jugador de tan apasionante juego: en los años 70 fue -posiblemente sin desearlo- un ícono de Estados Unidos en medio de la Guerra Fría sostenida entre americanos y soviéticos.

Uno espera, sin embargo, que la película enfatice aquel jugador soberbio, obsesionado con el juego y sus variantes, no obstante decepciona un poco que se haga tanto hincapié en todos los puntos bajos de su persona y en su paranoia constante, temiendo convertirse en objeto de investigación, no solo de los rusos sino también de sus propios compatriotas.

Tobey Maguire, en el papel de Fischer, no desentona pero tampoco aporta una actuación que pueda quedar en la memoria de muchos, sí es notable en cambio la performance de Liev Schreiber como su rival en el tablero Boris Spassky, un talentoso jugador soviético que se verá en gran medida afectado por la paranoia de Fischer y cederá ante algunos pedidos absurdos del jugador americano. La mayoría del argumento se centra en el campeonato mundial de ajedrez del año 1972, donde estos dos oponentes, simples jugadores de mesa, se convirtieron en soldados sin armas, representantes de sus países en una guerra en la cual -sin duda- solo fueron peones de un tablero manejado por gente con fines más allá del juego.

El personaje de Bobby Fischer fue realmente un hombre conflictivo, para sí mismo y para su entorno, una persona llena de dilemas internos, de batallas personales, en las cuales, en contraposición a los resultados de sus partidas, se lo vio vencido la mayoría de las veces. Llegó a ser un vagabundo en su vejez, una persona no grata para ese mismo país que tanto lo expuso en el momento en el que más lo necesitaba.

El film se vuelve, de alguna manera, maniqueo con el personaje que trata de retratar y nos deja con una sensación de que se podría haber contado mucho más y mejor sobre aquel pequeño hombre que quiso convertirse en rey y terminó siendo un peón de turno.