La joven Victoria

Crítica de Andrés Fevrier - Cinematófilos

De jóvenes y locos

Este jueves se estrena en Buenos Aires La joven Victoria (The Young Victoria, 2009), película del canadiense Jean-Marc Vallée por la que Emily Blunt consiguió una nominación a los Globo de Oro. Se trata de la historia de la reina Victoria I del Reino Unido contada de manera sencilla, sin suntuosidades, con un tono más bien parco que se centra en las intrigas palaciegas y logra resumir lo ampuloso de la época con algunos detalles (la coronación y el casamiento, por ejemplo, momentos tentadores para tomas aéreas y demás espectacularidades, se muestran con apenas un par de planos bastante cerrados). Hay que verla.

Pero también -sobre todo- conviene ver el anterior largometraje de Vallée, C.R.A.Z.Y. (2005), que en Argentina se estrenó en marzo de 2007 con el fallido título Mis gloriosos hermanos. Fallido porque más que entre hermanos la película se centra en la relación de un joven con su padre. Con ingenio, humor y sensibilidad, el director québécoise narra la epopeya personal de Zachary -la Z de C.R.A.Z.Y., cuarto de cinco hermanos de una familia muy católica de Montreal- desde su nacimiento, en la Navidad de 1960, hasta que se hace adulto, un largo recorrido en búsqueda de su identidad sexual, social, religiosa y familiar. Todo al ritmo de Patsy Kline, los Rolling Stones, Pink Floyd y David Bowie.

Dos buenas películas que conviene atender. Y que generan expectativa acerca del próximo proyecto de Vallée, Lost Girls and Love Hotels, con guión de Nadia Conners y la actriz Kate Bosworth, anunciado para este año.