La isla siniestra

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

“La Isla Siniestra” es un film cuyo fin es explorar sobre la locura. Por lo tanto, Scorsese apela a todos los recursos cinematográficos para generar una tensión en el espectador, desde al comienzo al final de sus 140 minutos. La película narra la historia de dos oficiales del gobierno, Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo), enviados a una isla remota, totalmente custodiada, frente a las costas de Massachusetts, donde se encuentra una Institución mental para criminales de alta peligrosidad. Su misión es buscar a Rachel Solando una psicópata, convicta del asesinato de sus tres hijos. Al llegar a la misma, un huracán los deja atrapados en ella, y un caos entre internos empeora la situación. Allí surge el primer interrogante: ¿como pudo escapar una mujer descalza del tercer piso de un edificio de máxima seguridad?

Mientras siguen sus pesquisas, los hilos de la historia se complican con los continuos flashbacks de Daniels; aquellos de la muerte de su esposa Dolores ( Michelle Williams) en un incendio provocado; y otros igualmente dolorosos de cuando, como combatiente, liberó el campo de exterminio nazi de Dachau, durante la Segunda Guerra Mundial. Ambos sucesos, filmados con una belleza escalofriante, contribuyen a la atmósfera de desesperación que es presentada ante nuestros ojos.

La historia está plagada de alucinaciones, miedos, espejismos y fundamentalmente de un gran desacomodo emocional, resultado de esa tensión entre la realidad o sea “la verdad” y la ficción (u otra realidad) o sea los fantasmas que habitan en la locura.

Este es un proyecto muy bien narrado, con diálogos un poco densos, bien ambientada y con una excelente fotografía. Un thriller psicológico que contiene sangre, crímenes y giros sorprendentes. La recreación de un mundo terrorífico, en una isla donde se hacen experimentos humanos como la lobotomía,y que es a su vez azotada por tormentas y tempestades dan lugar a un mundo angustiante, donde continuamente las pistas alternan con la pesadilla y la realidad.

Ese clima misterioso tiene mucho de las películas negras de los 40 y 50, que transparenta además una influencia del maestro Hichcock.

La paranoia es un rasgo constitutivo de sus héroes o antihéroes de la filmografía de Scorsese (de hecho, sus personajes son más lo segundo que lo primero). Del Harvey Keitel de ¿Quién golpea a mi puerta? al Howard Hughes recreado por Leonardo DiCaprio en El aviador, pasando –especialmente– por todos los De Niro de su cine, el protagonista scorsesiano siempre actúa como si el mundo fuera una vasta conspiración en su contra.

También es cierto que hay en él un intento por recuperar la gloria del cine clásico estadounidense. Se sabe de su esfuerzo por restaurar películas y de su fanatismo por ver cine. De hecho, el cine de Scorsese es literalmente conservador. La combinación de estos supuestos que se debaten entre el mundo real o el mundo del cine, nos lleva a pensar que su gran dilema podría intuirse entre si prefiere vivir en el mundo real o en el del cine.

La isla siniestra, que parece un film de suspenso y misterio con elementos quizás sobrenaturales, es su película más autobiográfica. Porque en ella ha elegido que su protagonista viva atrapado dentro de su propia película, aquella construida por su mente, de la cual, no puede escapar. Y este es el sentido más movilizador del film: ¿Que es peor? ¿Vivir como un monstruo o morir como un hombre bueno?

Menudo interrogante, que deja al espectador inmovilizado intentando entender un discurso, que nos deja perplejos tratando de sopesar lo insopesable, con un nudo en la garganta.