La isla de la fantasía

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

En los setentas las series se hacían como chorizos: tomaban una formula y le aplicaban infinitas variaciones. Estaban las de parejas de policías (Las Calles de San Francisco, Starsky & Hutch), las de detectives desenfadados (Columbo, The Rockford Files, McCloud), las de equipos de policías / detectives privados (SWAT, Los Angeles de Charlie)… y los de episodios, que contenían cerca de tres historias por capítulo. Si se trataba de romance el combo perfecto era The Love Boat (1977 – 1987) con parejas cruzándose a bordo de un crucero durante una escapada de fin de semana a México. Y, como no había originalidad en el mundo del espectáculo (ni en ese entonces, ni ahora), al productor de The Love Boat, Aaron Spelling, se le ocurrió hacer el mismo formato… pero en una isla donde se te cumplían los sueños y el anfitrión era tan poderoso como misterioso. En la época de oro de la televisión basura La Isla de la Fantasía debutó en 1977 y se quedó en las pantallas hasta 1984. Nadie se acordará de siquiera algún capítulo de la serie pero la magnética presencia de Ricardo Montalbán como Mister Roarke – el enigmático anfitrión de la isla que le concede fantasías a todos sus huéspedes… con consecuencias indeseadas o no – y Hervé Villechaize como su inquieto sidekick Tattoo se transformaron en imágenes que quedaron grabadas en la retina de mas de una generación de seguidores del programa.

36 años después de su cancelación viene esta remake en clave de terror… la cual no es una extrapolación demasiado disparatada si uno analiza la premisa en profundidad. En la serie original Montalbán era un moralista… y a veces, para darle una lección a algún anfitrión no muy santo, terminaba doblando la vara y generando situaciones mucho mas oscuras. Eran contadas con los dedos de una mano en los 152 episodios que transitaron por la serie, pero la posibilidad estaba. Y el que entendió esto a la perfección fue Barry Sonnenfeld, el que hizo una serie remake en 1998 que no solo ponía de cabeza el concepto de la ñoña serie sino que le agregaba su propia mitología. Las agencias de turismo que reclutaban huéspedes para la isla parecían portales a otras dimensiones, Mister Roarke era mucho mas siniestro, el equipo de la isla tenía características fantásticas y uno podía asumir que hasta Roarke era una especie de Próspero todopoderoso atrapado en su isla maldita. Malcolm McDowell fue la inspirada elección para encarnar a Mr. Roarke en esta única temporada que duró la remake.

Uno podría asumir que Jeff Wadlow – el mismo que hizo Kick-Ass 2, pero que viene en picada con cosas como Truth or Dare y Memorias de un Asesino Internacional, amén del horrible libreto de Bloodshot – podría haber tomado algunas notas de la remake de Somnefeld, sacándole el humor negro y haciéndola mas oscura, e incluso entrando en los terrenos de la nueva Westworld con una atracción turística plena de secretos y a punto de salirse de control… pero no. La dirección es horrible desde el vamos – casi parece una película de cable, con cero interés en crear algún tipo de clima -, y el casting (a excepción de Maggie Q, que es la única que puede actuar del grupo) es horrendo. Michael Peña es un nombre en alza en estos momentos debido al MCU (y tendrá un pasado como actor serio), pero es chato y vulgar como Mister Roarke. Para ese rol precisaban a un latino (o, en su defecto, a un inglés como McDowell) que sobreactúe con clase, pero se ve que el presupuesto no alcanzaba para contratar a Antonio Banderas (“WELCOME… to the Issla of the Fantassy…!”), el cual es el heredero natural de Ricardo Montalbán en su lugar en el cine. Peña habla mucho, anda sin saco, se mete en todas las fantasías, parece que tuviera un escarbadientes en los labios… es mas el plomero de la cuadra que un tipo que irradie clase y misterio. Tampoco ayuda que los huéspedes sean anodinos (Jimmy Yang y Ryan Hansen, haciendo doblete con Like a Boss, como los insufribles fiesteros involucrados sin querer con un cartel narco; la pintarrajeada Lucy Hale como la chica que viene en busca de venganza de la bully que le hizo la vida imposible en el colegio; el nulo Austin Stowell como el tipo que quiere vivir una fantasía de acción) o que sus historias lo sean (Maggie Q, que quiere anular su rechazo a un candidato que hizo en el pasado… y ahora se descubre casada, con una familia y con una hija de cinco años de un día para el otro), o que hayan colados que pretenden meter misterio (Michael Rooker, sin bañarse durante varios días), saltando de una fantasía a la otra.

Sonnenfeld será un mal director pero es un buen productor y sabía cómo hacer una versión oscura de La Isla de la Fantasía. Wadlow no tiene ni idea. No sabe si hacer algo tipo La Dimensión Desconocida o una de terror pero… ¿terror de qué tipo?. ¿Dioses / demonios condenados a una isla?. ¿Asesinos seriales destrozando víctimas a lo Saw para cumplir la fantasía de los huéspedes?. ¿Zombies mutantes que proliferan por toda la isla, aunque no tengan nada que ver con la fantasía de turno?. Las cosas se ponen cada vez mas inconsistentes a medida que avanza el relato – las fantasías de los huéspedes se cruzan… o el mismo huésped está en tres fantasías distintas como un personaje diferente – y, mientras tanto, la idea de los zombies que largan moco negro por los ojos empeora las cosas (en el mal sentido para los espectadores, que esperaban algo de susto y coherencia del filme). El libreto es malo pero la dirección es peor y lo único que uno obtiene es indignación a medida que se acerca el final del relato debido a las espantosas ocurrencias del libreto – cada vez que los protagonistas abren la boca, dicen cosas cada vez mas rebuscadas; es como si un tipo hubiera empezado el libreto, vino otro, lo miró, le arrancó algunas hojas y empezó a escribir su propio final porque las vueltas de tuerca del clímax son tan traidísimas de los pelos (e incompatibles con la historia previa) que son propias de la peor etapa de M. Night Shyamalan -.

La Isla de la Fantasía concebida desde la óptica del terror no es una mala idea; pero ésta no es la versión que la materializa de la manera correcta. Lo peor de todo es que Jason Blum – productor de la película… y de la mayoría de los filmes de terror que pululan hoy en día – ganó lo suficiente con esto (7 millones de presupuesto, 47 de recaudación) como para garantizar una secuela… algo que ninguno de nosotros desea.