La invención de Hugo Cabret

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Obra maestra que opera como un espejo del alma de Scorsese

Hugo Cabret (brillante actuación de Asa Butterfield) es un chico que vive entre las paredes de una estación de ferrocarril. En la primera escena la cámara viene del aire y va adentrándose como rápida testigo de la vida cotidiana de la terminal: gente que viene y va, sube y baja, compra boletos, flores, souvenirs, toma café o lee el diario; vendedores, clientes, guardias y... un reloj. Hasta allí llega el travelling, hasta un número 4 detrás del cual el protagonista encuentra su lugar en el mundo, al lado del engranaje de un reloj de estación recorrido al detalle, para dejar en claro que para éste director "ver" y "hacer" cine son parte de un mismo evento artístico y revisten el mismo grado de importancia aunque sean cosas distintas.

Hugo transita su vida buscando poder completar el armado de un Automatón (un muñeco de metal) dejado por su padre (Jude Law) a medio terminar antes de morir. Para ello debe conseguir las piezas que faltan. De hecho, cuando Hugo es obligado por George Meliés (Ben Kingsley) a vaciar sus bolsillos, considerándolo un ratero, no vemos dinero, ni joyas, ni comida, vemos tornillos, tuercas, arandelas, en fin, piezas de un mecanismo, y un libro con instrucciones para el armado final. Por si faltara alguna referencia a homenajear, el realizador le guiña el ojo a Hitchcock y nos presenta un McGuffin casi perfecto, pues lo importante no es "el objeto" en sí, sino para qué creemos que sirve.

Este es sólo uno de los cientos de homenajes presentes a lo largo del film, donde el autor de la obra explota su enrome cantidad de recursos como artista, además de su costado melómano, amante de la memorabilia (los juguetes en el negocio de Meliés son una invitación a la nostalgia), y sobre todo ferviente guardián del material fílmico de toda la historia del sétimo arte.

Hugo (y Scorsese) encuentran en Isabelle (Chloë Grace Moretz) la aliada ideal para unirse en la cruzada por la restauración, la misma que desde hace años ha encarado el director para recuperar películas. Ambos personajes mantienen un diálogo funcional al arte y a una declaración de principios:

Ella (mostrándole obras de Verne, Stevenson y otros):

-¿Nunca leíste un libro?

En tanto él se sorprende:

-¿Cómo es que nunca viste una película?

Para luego ambos colarse en un cine y ver a Keaton, Chaplin y otros.

El nexo entre ambos es un bibliotecario, que además trabaja como leyenda viva del cine fantástico.

Como vemos, esta es una realización para que el espectador se sienta parte de ella dentro y fuera de la pantalla.

Se trata de una aventura para toda la familia, en donde la utilización del 3D tiene vida propia y se constituye en un elemento fantástico que suma. Resulta un fabuloso recorrido por el mundo de los lenguajes cinematográficos. Es el parque de diversiones con todos los juegos en un sólo lugar, y cuando nos damos cuenta del truco de magia renunciamos automáticamente a la tentación de saber conocer como se hace para seguir disfrutando de la ilusión que nos propone.

“La invención de Hugo Cabret” está muy lejos de cualquier cosa que Scorsese haya hecho antes, pero a la vez es un espejo de su alma.

Todo el elenco hace maravillas al servicio de la historia, especialmente un contenido Sacha Baron Cohen en el papel del guardia de estación quien mientras tiene todo bajo control busca en su sonrisa algún atisbo de corazón (¿homenaje al “Mago de Oz”?, de 1939). La utilización de CGI, efectos visuales, la fotografía del maestro Robert Richardson,y la extraordinaria partitura de Howard Shore son elementos fundamentales en el armado de la obra, a partir de un sólido guión, de cuyo desarrollo narrativo no me parece oportuno revelar más que lo ya expuesto. Mejor comparta la aventura descúbralo, compruébelo y disfrutarlo.

Los que amamos al cine nos llenaremos la boca durante meses hablando de esta producción, bien o mal, pero tenga la seguridad que no pasará desapercibida.

Al momento de escribir estas líneas la habré visto al menos dos veces (de varias más), pero es importante comunicarle, caro lector, que deje de lado todas las palabras que lea y escuche. Usted no necesita saber de cine para ver esta obra maestra. Con haber cometido alguna vez la hermosa travesura de una escapada a una proyección alcanza.

Va ser difícil olvidar “La invención de Hugo Cabret” de Martin Scorsese. Es un índice temático de lecciones de narración fílmica; un homenaje a los primeros creadores desde el punto de vista histórico/romántico; un autorretrato en que él mismo realizador abre su corazón como artista y como espectador; una declaración de amor al espectáculo de magia más impresionante que el hombre ha sido capaz de inventar: el cinematográfico.