La invención de Hugo Cabret

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

LA INVENCIÓN DE HUGO CABRET

Martin Scorsese tuvo que esperar 26 años, desde sus primeras nominaciones a “El toro salvaje”, para que una película suya ganara los Oscars a la mejor película y director. Fue en el año 2007 en que “Los infiltrados” recibió esos premios así como dos estatuillas más, sobre un total de cinco posibles. Apenas cuatro años antes, “Pandillas de Nueva York” tuvo once nominaciones y se fue con las manos vacías, algo que pocas veces había ocurrido previamente (caso prácticamente idéntico fue el de Spielberg con “El color púrpura”).

Luego de cinco años de ausencia vuelve a la contienda nuevamente con once nominaciones, una más que su más próximo rival (“The Artist”) y todo parece indicar que entre ambas producciones se llevarán un porcentaje importante de los galardones otorgados por la Academia.

“La invención de Hugo Cabret” (“Hugo”) tiene suficientes atributos y guiños cinéfilos que permiten asignarle chances de ser la vencedora el domingo 26 de febrero. Y sin embargo, la historia y la suerte algo esquiva de su director plantean razonables dudas a la hora de las predicciones.

Es muy curioso que las historias de las dos producciones estén ambientadas en épocas similares (segunda mitad de la década del ’20 y principios de los ’30), pero mucho más que ambas aludan a la era del cine mudo. No terminan allí las coincidencias ya que a modo de espejo mientras que “The Artist” es un film mayoritariamente francés pero filmado en Hollywood, la de Scorsese es una producción norteamericana pero que transcurre en Francia (Paris) y con reparto mayoritariamente europeo (en este caso inglés).

Hay mezcla de ficción y realidad en “Hugo” y todo indica que el personaje central, un huérfano que vive en una estación de tren de Paris (se trata de Montparnasse, aunque cuánto se parece a la Gare du Nord!) sería producto de la imaginación de Brian Selznick, autor de la novela. Hugo Cabret, una excelente actuación del joven actor inglés Asa Butterfield (“El niño con el pijama de rayas”), recala allí cuando su padre (Jude Law, casi un cameo) muere. Es llevado a la estación por su alcohólico tío Claude (Ray Winstone, otro actor inglés a quien Scorsese ya había dirigido en “Los infiltrados”), responsable de que los relojes de la estación estén siempre en funcionamiento y en hora.

Aparece entonces en escena otro personaje central a la historia, el inspector de policía que junto a su temible y voluminoso perro es el guardián del orden dentro de la Terminal ferroviaria. Sacha Baron Cohen, recordable en “Borat” y en la finalmente no estrenada y aún más zafada “Brüno”, compone a esta temible figura con una pierna mecánica articulada cuyo mayor placer parece ser atrapar niños sin familia para enviarlos a un orfanato. Lo que no sospecha es quien ahora “da cuerda a los relojes” ya no es el tío Claude, que murió al borde del Sena, sino su escurridizo sobrino.

Pero, la historia sufre un giro importante cuando irrumpe en escena otro personaje, éste real y que hoy aún es reconocido en Francia y en el mundo como “el que llevó la magia al cine”. Nos referimos a Georges Méliès, que estuvo presenciando la función inaugural de los hermanos Lumière y que luego dirigió muchos cortometrajes, con la incorporación de historias y los primeros trucos del cine. “El viaje a la luna” es quizás su obra más popular y algunas escenas aparecen en “Hugo”, así como la recreación de su filmación.

Es una pena que el inglés Ben Kingsley, que ya había ganado el Oscar por “Gandhi”, no haya sido seleccionado esta vez como actor de reparto. Al personaje de Méliès lo encarna en la época posterior a su fracaso en cine (y antes de su redescubrimiento) cuando realmente tenía un quiosco de golosinas y juguetes en la estación de tren. Su destino se cruza con Hugo, que intenta cobijarse del asedio de la policía. Al principio lo rechaza pero pronto se interesa por la capacidad inventiva del niño, quien había heredado de su padre un muñeco mecánico (“autómata”) que tendrá un rol decisivo hacia el final de la película.

Hay aún otro personaje interesante tanto por lo que representa al ser un experto en libros, como por quien lo interpreta. Nos referimos a un señor actor (otro inglés más) que el 27 de mayo próximo cumplirá 90 años y que está más activo que nunca. Lejano está el tiempo en que personificaba a Frankenstein o a Drácula (una decena de películas). Christopher Lee, en la década pasada, estuvo en grandes producciones (“El señor de los anillos”; “Star Wars”) e incluso en “Charlie y la fábrica de chocolates”. Se recuerda su paso por el Festival de Cannes hace algunos años y la generosa atención que prestaba a miles de fans que lo querían saludar o le pedían firmara un autógrafo.

Un mínimo reparo a la película podría ser la vinculación que tendrá el policía (Baron Cohen) con la joven Emily Mortimer (“La isla siniestra”) en la segunda mitad del film, pero es apenas una pequeña concesión a una historia llena de logros.

Por último cabe señalar que para los cinéfilos, ésta es su película con imágenes de films clásicos de Buster Keaton, Douglas Fairbanks o Chaplin. Y también de Harold Lloyd, colgado de la inmensa manecilla de un reloj, una situación que en la historia de Hugo tendrá su réplica. Se verá tanto en 3D como en 2D y si bien es preferible la primera opción, ambas se disfrutan.

Publicado en Leedor el 7-02-2012