La intimidad

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

Luego de su premiere en la 17° Muestra Internacional DOC Buenos Aires, llega al Cine Gaumont La intimidad, ópera prima del realizador y técnico en sonido Andrés Perugini. En este corto pero profundo film retrata los últimos días de su abuela Irene y cómo su muerte repercutió en el resto de sus familiares al deconstruir el espacio que habitaba y su legado imborrable.
“Instalado en todas partes, pero sin encerrarse en ningún lado, tal es la divisa del soñador de moradas. En la casa final como en mi casa verdadera, el sueño de habitar está superado. Hay que dejar siempre abierto un ensueño de otra parte”, el filósofo francés Gastón Bachelard escribe en La poética del Espacio que la casa sirve como instrumento de análisis del alma humana y el ser en sí.

Dentro de este espacio surgen diversos objetos que ayudan a diagramar nuestra personalidad como en el caso de un armario, que contiene infinitos elementos inolvidables tanto para su dueño como para aquellos que heredarán estos tesoros. Es por eso que el pasado, el presente y el futuro se hallan condensados en las diversas construcciones y en aquellos compartimentos que encierran los secretos del ser. Esta relación de intimidad entre exterior e interior fue lo que inspiró a Andrés Perugini al pensar su primera película.

En La intimidad vemos a Irene con 96 años recorriendo su casa de Germania, un pueblo del noroeste bonaerense que limita con Santa Fe. La vemos dentro de su cotidianidad, desde el constante ordenamiento de su hogar, el cuidado de su jardín y las pequeñas conversaciones que entabla con sus vecinos que pasan por su puerta. En ese espacio se esconde una vida y millones de recuerdos imposibles de olvidar.

Irene muere. Su cuerpo desaparece, pero su esencia sigue presente. Y ahora son sus hijos junto a su nuera quienes recorren los cuartos de su casa para vaciar y guardar su legado. A medida que van ordenando, las huellas de Irene se van esfumando. Ya no es más su espacio. Lo preparan para que otras personas lo habiten. Lo hagan propio.

Hay cierta universalidad en la historia de Irene. Todos debemos pasar por eso. La intimidad familiar se vuelve propia, ya que la muerte forma parte de toda nuestra existencia. Una vez que desaparecemos, las cosas materiales que dejamos forman parte de nuestra historia y son quienes nos sobreviven los que tienen que hacerse cargo de distribuir y deshacerse de la misma.