La internacional del fin del mundo

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

UNA HISTORIA SIN GRISES

La idea que le da razón de ser a La Internacional del fin del mundo es más que atractiva: seguir la vida de cuatro jóvenes de principios del Siglo XX (Pedro Milesi, Mateo Fossa, Mika Etchebéhère y Liborio Justo) que tenían distintos orígenes sociales pero a los que los une el haber participado en movimientos culturales, feministas, sindicales y políticos que se inspiraron en la Revolución Rusa de 1917. Sin embargo, ya había un desafío importante, que era encontrar conexiones más fluidas y potentes entre las cuatro figuras, para así poder darle más sentido y energía al relato.

Lamentablemente, el film de Violeta Bruck y Javier Gabino encuentra en pocos pasajes esa conexión, precisamente porque no termina de tener suficientemente en cuenta ese factor. De hecho, expande sus ambiciones en demasía, pretendiendo, desde las pequeñas historias de sus cuatro protagonistas, trazar un panorama socio-político –tanto a nivel nacional como internacional- de buena parte del Siglo XX y vincular los debates de esas décadas con la actualidad. A eso le suma una búsqueda por fusionar las formas documentales –que rara vez salen de lo esquemático y se nota demasiado cuando están manipuladas para construir determinadas escenas- con pasajes ficcionales, que recrean eventos determinados pero nunca llegan a aportar algo sustancial a la narración.

El objetivo de fondo es claro: establecer una contraposición con los discursos históricos dominantes y darle una voz a la visión histórica de los movimientos de izquierda. El inconveniente es que, a pesar de partir de caminos individuales, termina privilegiando excesivamente la discursividad política en detrimento de sus personajes, que quedan por debajo del mensaje. Asimismo, esa Historia alternativa que pretende construir desde las imágenes es tan esquemática –o más- que la oficial: es otro relato de buenos y malos, con sus respectivos silencios u omisiones, solo que con los roles cambiados y sin ambigüedades.

A pesar de tener recorridos apasionantes en los cuatro personajes que elige como punto de partida, el voluntarismo y simplismo con el que se maneja La Internacional del fin del mundo lleva a que desperdicie buena parte de sus potencialidades. Es un documental que pretende convencer pero solo le habla a los que ya están convencidos. Por eso tampoco reflexiona sobre las razones de las derrotas ni es capaz de insinuar autocríticas, haciendo del pasado supuestamente glorioso un presente eterno, que no deja de ser irreal.