La inocencia

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Así en la urbe como en la montaña

Con un tono límpido y emotivo, la película narra las vidas paralelas de dos nenas: una que vive en la ciudad y la otra en la precordillera.

Sin otra publicidad que un afiche medio naif, se estrena un documental lleno de ternura, que se abre al público, y le hace abrir a éste su propia caja de recuerdos y sentimientos. Y algo más: sin forzarlo para nada, también lo hace reflexionar. Sobre su vida, su país, la educación y la niñez. Y en ciertos momentos, con toda limpieza, hasta lo emociona.

La obra se llama "La inocencia", y registra el primer año de escuela de dos nenas muy parecidas: una en la ciudad, otra en la precordillera. Sus primeras experiencias fuera de casa, sus primeras letras, los asombros, los juegos, la timidez y también las picardías, las peleas, en suma, ese mundo infantil que cada una vive de distinta manera.

La película registra también, como es natural, los grupos familiares, los espacios, los tiempos (esos sí, bastante disímiles) y el trabajo de las maestras. Las que soportan el griterío de criaturas harto estimuladas, llenas de nervios, hasta poder orientarlas en el aprendizaje, y la que pasa cada mañana a llevar a los niños en su auto, por la ruta, hasta la escuelita. Multitud de infantes en un caso, un puñadito de chicos en el otro, porque las zonas rurales se van despoblando. Notable trabajo el del documentalista Eduardo de la Serna: ganarse la confianza de niños e instituciones, lograr que la cámara no distraiga en absoluto, grabar a la altura de los pequeños, para ponernos en su lugar, elegir el uso de subtítulos en vez de invadirlos con mayores equipos, y luego elegir los momentos representativos de cada mes, de cada experiencia, hasta llegar a la fiesta de fin de curso. Notable trabajo y mucho para darnos. Vale la pena.

Dato final: las escuelas son la "Onofre Illanes", del departamento Jachal, San Juan, y el Instituto Comunicaciones, creado por el personal del viejo Club Comunicaciones (muchos padres de clase media baja prefieren colegios privados como éste, porque saben que sus maestras no tienen mentalidad de empleadas públicas, ni abandonan a sus chicos a cada rato, abusando de derechos de huelga y de licencias generosamente toleradas).