La inocencia de la araña

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

La trampa de la ingenuidad

Prometedor debut de un director surgido de la mejor cantera que tiene el cine argentino hasta la fecha, el colectivo de Historias breves que periódicamente financia en Instituto Nacional de Cine (Incaa), espacio donde varios de los mejores cineastas jóvenes hacen sus primeros palotes.
En esta ocasión, se trata de Sebastián Caulier, quien participó como director en la selección nacional de cortometrajes de 2009, y que luego llevó su cámara hasta su Formosa natal para hilvanar una muy interesante fábula.
En esa ciudad del noreste del país viven dos amigas del colegio primario, que llevarán la voz cantante de la película. Ellas tienen una visión tan inocente de las cosas que muchas veces esa mirada desnudará las contradicciones del mundo, la mayoría de las veces, para provocar una sonrisa en el espectador.
Ellas tienen una mirada tan literal de las cosas que, cuando el profesor de biología (Juan Gil Navarro) se enamore de la profesora de gimnasia odiarán a esa mujer que se robó al hombre por el que suspiraban, hasta el punto de tramar algunas acciones para sacarla del medio.
Acciones sobre las que es difícil tener medida a cierta edad de la vida.
Película inteligente, serena, sencilla, mechada con generoso buen humor, que se ganó estar entre las obras competidoras de la sección de cine argentino del último Festival de Cine de Mar del Plata.
La inocencia de la araña es un título con aire a metáfora, que es una justa representación del planteo argumental de los autores. La araña en cuestión es una mansa pero sobrecogedora tarántula que el profesor lleva consigo de una provincia a la otra, para enseñarles a los niños sobre los arácnidos, y sobre la falsedad de las apariencias. La inocencia es la de esas dos niñas que, tejiendo una maraña de inofensivas maldades, chocan con la realidad que se esconde tras la fachada del mundo.
Muy bien las actuaciones. Las de las colegialas, presuntamente actrices no profesionales, de gran naturalidad, mérito también de unos diálogos muy simples y chispeantes a la vez. La de Juan Gil Navarro y compañía, muy logradas.