La inocencia de la araña

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Enamoradas del riesgo

El amor no sabe de religiones, de razas, de clases sociales y mucho menos de edades. Esto último habrán pensado dos adolescentes de Formosa, que conocieron a un profesor de Biología y quedaron perdidamente enamoradas. Manuel Colman, de él se trata, llega a su ciudad natal para ofrecer clases en un instituto secundario y todo va de maravillas. Más aún cuando conoce a Ana, una docente de Educación Física con quien entabla una relación amorosa. Pero lo que parece muy armónico siempre da con una tecla falsa. Es que Manuel tiene una particular atracción por una araña, a la que trata como si fuese un perrito faldero o un gatito mimoso. Y esa araña comenzará a tomar un especial protagonismo en toda la historia. Tanto es así que lo que en un principio pinta como una comedia, comienza a virar para una especie de trama de suspenso e, incluso, hasta tiene escenas en que muchos espectadores asociarán con el cine de terror. El director Sebastián Caullier, en su ópera prima, supo darle a este filme la suficiente dinámica narrativa para que la historia golpee en el momento justo y logre su objetivo. Con un buen tratamiento de la imagen, “La inocencia de la araña” se sostiene además por el oficio actoral de Juan Gil Navarro, el profesor en cuestión, quien mantiene el equilibrio interpretativo lo suficiente como para que no se note tanto la poca calidad expresiva de las niñas Renata Mussano y Lourdes Rodas. Queda la reflexión abierta sobre los límites del amor adolescente, y lo delgada que es la frontera entre la inocencia de un juego y un pacto macabro. “El profesor va a ser nuestro/sólo de nosotros/ y de nadie más” cantaban las chicas como si estuviesen jugando a la rayuela. Pero hay juegos que son peligrosos.