La imagen perdida

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El camboyano Rithy Panh (S-21, La máquina roja de matar) es un afamado documentalista que alcanza un logro tan supremo como extraño con La imagen perdida, ganadora de la sección Un certain regard en el Festival de Cannes de 2013.

Para comprender mejor esta película que tiene como protagonistas a muñecos de plastilina o barro, hay que decir que Panh estuvo encerrado en lo campos de rehabilitación por espacio de cuatro años, hasta que huyó del país y se afincó en Francia. Muchos de sus trabajos cinematográficos tuvieron como eje denunciar a la dictadura de los Khmer Rouge en su país.

Pero no son filmes meramente autobiográficos, sino que también pueden entendérselos desde la catarsis.

Así que los protagonistas de La imagen perdida son él y sus familiares, representados por figuras de plastilina, recortados por diversas técnicas y montaje sobre escenarios “reales”.

Es que hay imágenes de archivo, que ayudan a insertarlos, para darle mayor alcance o significación a lo que sucede en pantalla y lo que aconteció en la realidad.

Hay una voz en off que por momentos resulta un recurso agotador, pero las imágenes son bien testimoniales del horror que padecieron Panh y los suyos. Hay actos de rebeldía y represión, en una película atípica, pero siempre subyugante, aún en sus momentos más cruentos o desalmados.