La ilusión de Noemí

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Ésta producción argentina tiene la increíble característica, o se podría decir virtud, de pasar desapercibida, uno termina de verla y es nada.
¿Terminó? Perfecto. ¿Vamos a cenar, o tomar café? Lo que el horario y el presupuesto disponga.
Sergio y Noemí tienen 11 años, son compañeros de escuela, siempre están juntos y tienen una particular amistad. Una visita al museo de Ciencias Naturales los impulsa a excavar en secreto en el jardín de la casa de Noemí. Juegan a ser arqueólogos en busca de fósiles. Hace calor, es diciembre, están terminando las clases. El trajín del barrio industrial cercano al puerto de Berisso no cesa. Noemí vive con su padre, trabajador del astillero, y su tía abuela, oscura anciana devota de la difunta Correa y guardiana de la memoria de la madre de Noemí que falleció muy joven. El plan de la tía es llevarla a San Juan, alejarla de su padre, de los barrios industriales, de los amigos varones.
En tanto la vida de Sergio está atravesada por la separación de sus padres, y la dificultad de su madre para conseguir trabajo. Mientras el mundo adulto intenta resolver problemas, el territorio de los chicos, sus casas, la costa del río, la escuela, se transforman en escenarios de sus sueños y complicidades.
Después de muchos intentos la excavación tiene éxito: Sergio y Noemí descubren una antigua caja oxidada. ¿Pertenecería a la madre de Noemí? ¿Qué oculta su interior? A pesar de sus esfuerzos, los chicos no pueden abrirla. Pero Noemí se aferra a ella como a un talismán que la pueda liberar de su tía y de sus planes de separarla de su amigo y, en definitiva, de su lugar en el mundo.
Esta es la sinopsis argumental de la película.
Otra síntesis argumental.
Dos adolescentes, cuya incontenible pasión coloca el amor por encima de la muerte. Mientras el ancestral odio entre sus familias es inquebrantable. La lucha por llevar adelante su amor desencadenará en una tragedia que los unirá finalmente en la muerte.
Esta ultima, por si no la reconoce, es de “Romeo y Julieta”.
La razón de esta comparación es para demostrar que no es necesario demasiado para delinear una historia, cuando ella desplegada afronta una totalidad.
Entonces la diferencia entre una y otra es que, estimado lector, si usted ve el filme, dirigido y escrito por Claudio Remedi, le será una ardua y titánica tarea descubrir lo que la extensa sinopsis plantea.
Si están presentes los personajes, si hacen lo que hacen, y les pasa lo que les pasa, aunque nunca sepamos las razones de estos hechos.
De construcción clásica, con un desarrollo lineal de las acciones pero con un montaje aleatorio, con escenas que no se saben para que están, ya que nada agregan, o quizá sólo para alcanzar un metraje necesario para su estreno.
El guión en tanto literario peca por ausencia de conocimiento de sus personajes, en cuanto a los diálogos se disuelven en lo coloquial, lo cotidiano despegado de lo que debería ser el núcleo dramático, si lo tuviera. Hay un esbozo de algo parecido, muy endeble y de resolución mágica.
Lo único rescatable son las actuaciones de Sergio Boris, como Leandro, el padre de Noemi, en tanto Licia Tizziani es Irene, la madre de Sergio. El trabaja en el astillero cuando hay trabajo, ahora desolado, ella consigue empleo de limpieza en un sanatorio. Ambos les dan carnadura emotiva a sus personajes desde el trabajo naturalista de los mismos.
Que ellos se junten es una posibilidad en ciernes durante toda la proyección, pero no sucede lo mismo con Noemi y Sergio. Que estén juntos es sólo por tiranía del guión, nunca dan con el verosímil, mientras ella parece ser una reencarnación de Marie Curie, él se asemeja a Forrest Gump. Nunca estos personajes son creíbles, no hay registro de nada en sus rostros, no hay sentimiento alguno que transite por sus cuerpos, ni siquiera en las acciones que emprenden.
Posiblemente hayan tenido buenas intenciones. Pero no se ven. Ni siquiera se descubre de que Noemi está ilusionada.