La ilusión de estar contigo

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Fantasías novelescas o remedando a Flaubert

El paisaje rural de Normandía inspiró a Gustave Flaubert para escribir la novela por la cual trascendió y se consagró como un gran escritor: Madame Bovary. Eso ocurrió a mediados del siglo XIX. Desde entonces, el libro es considerado un clásico de lectura ineludible para los amantes de la literatura, en todo el mundo.
Martin, el protagonista de “La ilusión de estar contigo” o Gemma Bovery (su título original) es un hombre de mediana edad que luego de vivir un tiempo en París, regresa a la región de Normandía a hacerse cargo de la panadería que era de su padre, en un pueblo ubicado en ese lugar privilegiado de la campiña francesa.
Mientras amasa el pan y los croissants, su mente divaga. Se siente un poco desmotivado y algo decepcionado, porque pensó que allí iba a encontrar un refugio donde desarrollar sus inquietudes espirituales, en un ambiente alejado del vértigo y el materialismo voraz de la gran urbe.
Martin tiene una esposa, que trabaja con él en el negocio familiar, y un hijo adolescente. Tiene un buen pasar, pero... se aburre. Siente que su vida es rutinaria y carente de emoción.
Hasta que un día, observa que llegan vecinos nuevos a instalarse en una vieja casona, justo enfrente de su vivienda.
Impulsado por la curiosidad, va a recibirlos para darles la bienvenida al barrio. Así se entera de que se trata de un matrimonio británico que eligió ese lugar para vivir. Son Gemma y Charles Bovery. Al escuchar sus nombres, Martin da un respingo, ya que le recuerdan los personajes de su novela preferida: precisamente Madame Bovary. Y la belleza y sensualidad de Gemma actúan sobre él como un potente despertador de todos sus sentidos, encontrando en ella un interés sexual que le pone un nuevo y apreciable condimento a su monótona vida.
Picado por la curiosidad, no resiste la tentación de espiar a sus nuevos vecinos y trata de cruzarse con ellos cada vez que puede. Algo que ocurre con frecuencia, dado que Gemma se hace cliente de la panadería.
El caso es que Martin vive entre la realidad y la fantasía. Es un voyeurista consuetudinario y de alguna manera quiere intervenir en la intimidad de la mujer, hablándole incluso de su parecido con el personaje de la novela.
El matrimonio de Gemma y Charles pasa por algunos momentos de conflicto, debido a algunas infidelidades de ella y cierta desatención de parte de él. Todos sucesos que tienen sumamente intrigado a Martin, que cada vez encuentra más semejanza entre los personajes inventados por Flaubert y lo que está ocurriendo, justo ante sus ojos. La mente de Martin se va impregnando de ideas novelescas y fantasías un tanto supersticiosas. Como si se tratara de una especie de jugada del destino, o algo así.
La película tiene un tono de comedia melancólica, con un protagonista afectado por un spleen baudelairiano, en un mundo que va perdiendo el contacto con sus raíces y que se va globalizando cada vez más.
El relato de Anne Fontaine, cuyo guión escribió junto a Pascal Bonitzer, está basado en una novela gráfica de Posy Simmonds, y tal vez por eso semeja una maqueta, que si bien es visualmente vistosa y la historia es amena, carece de la profundidad psicológica y dramática de la novela de Flaubert, a la que pretende rendir homenaje.