La ilusión de estar contigo

Crítica de Delfina Moreno Della Cecca - Fancinema

GEMMA, NO EMMA

La premisa de La ilusión de estar contigo es una bastante conocida: hay veces en que la vida supera a la ficción, o al menos eso cree Martin Joubert -un ex editor parisino devenido panadero en la campiña normanda- al descubrir que los nombres de sus nuevos vecinos hacen eco de la novela de Gustave Flaubert, Madame Bovary.

Un matrimonio de ingleses se muda frente a la casa de Martin, quien enseguida se asombra por sus nombres: Charlie (Jason Flemyng) y Gemma Bovery (Gemma Arterton). Esta circunstancia, y su trasfondo como amante de la literatura, obligan a Martin a ver analogías entre la realidad y la ficción. A lo largo del film, Martin nota en Gemma Bovery comportamientos similares a los de la protagonista de la novela, e intenta intervenir para evitar que corra el mismo y trágico destino, en una serie de situaciones que rozan lo tragicómico de una manera sutil y natural.

Otra de las particularidades del film es que está narrado a modo de flashback, reforzando la idea de que la mayor parte de los eventos están mostrados desde la óptica de Martin, y por ende, desde su idea de que Gemma Bovery actúa de la misma forma que Emma Bovary. Sin embargo, él no tiene en cuenta la diferencia de esas dos letras -la g, la e- que, al fin y al cabo, indican que Gemma no es Emma, por mucho que se le parezca. En este sentido, las actuaciones de Gemma Arterton y Fabrice Luchini como Martin son impecables, ya que lo que podría haber sido una típica historia sobre el aburrimiento en la provincia se transforma gracias a la presencia de la actriz, quien sabe hacer uso de pequeñas dosis de erotismo -todas brillantemente enfocadas a partir de la cámara de Anne Fontaine, la directora-, mientras Luchini no puede más que observarla con desconcierto.

Es enorme el mérito de Fontaine, que de una sencilla pero contundente forma funde el relato y los pensamientos de Martin con las escenas de Gemma, como si el verdadero director del film fuera él. Incluso a partir de la decisión de romper la cuarta pared indica que el narrador omnisciente es él, y que la historia estará teñida de su obsesión con la novela de Flaubert, lo cual le impide ver a sus vecinos como otra cosa que no sean personajes.