La ilusión de estar contigo

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

El sexo pica, el amor ahoga y los panaderos fastidian

Si algo caracteriza a las últimas incursiones del cine francés en la comedia romántica, es la falta de intensidad y de gracia. Y este es un nuevo ejemplo. Los personajes orillan el ridículo: un panadero parisino, que espía más a las vecinas que al horno y que, a falta de mejores estímulos caseros, anda obsesionado con la novela de Flaubert; un amante que en pleno siglo veinte permite que su madre elija mujeres y destino; un marido insignificante que le deja hacer todo a su linda señora (Pérez Reverte ha dicho que no hay cornudos más discretos y elegantes que los franceses). Pero además, la trama es tan caprichosa como insustancial, con mucha caminata y mucha panificación, con brotes alérgicos y ataques de remordimientos. Y las actuaciones por supuesto pasan de la exageración al desgano. Por supuesto, decepciona este producto tan liviano, tan desprovisto de interés, pese a que aborda temas como la muerte, el engaño, el perdón, las obsesiones, el desinterés amoroso, las manipulaciones de las relaciones afectivas, el azar y algunas cositas más. Está el paisaje de la Normandía, chistes tontos entre franceses e ingleses, paseos por la campiña con perritos obedientes y casualidades seguidoras, personajes secundarios desteñidos y en el centro, por supuesto, el drama de una linda señora, que se aburre y saborea medialunas y amantes y que para superar aquel desengaño que la dejó doliendo, apela a un viejo y probado remedio: ponerse en el lugar del otro, engañar a su ingenuo marido, y apostar a la venganza y a la curiosidad para darle aliento juguetón a su vida y aspirar a un futuro menos penoso. Pero bueno, la tragedia llega, se quiebra un adorno (alegoría pueril), reaparece el engañador, el marido, pobre, tiene un reconocimiento, el panadero amasa nuevas obsesiones y los malentendidos seguirán hasta el final. El film lleva la firma de Anne Fontaine, que alguna vez hizo cosas mejores o por lo menos más serias (“Cómo maté a mi padre”) y que aquí nos plantea una intriga médica-sentimental: el sexo pica (la abeja del bosque) y el engaño ahoga (la atragantada escena final). ¿Será así la cosa?