La idea de un lago

Crítica de Daniel Castelo - Infonews

La idea de un lago desde el título nos proponen calma, pero ni bien nos animamos a mojarnos en sus aguas aparecen fantasmas, duelos, quiebres.

La realizadora Milagros Mumenthaler (Sucesos intervenidos, Abriendo puertas y ventanas) apuesta por el ejercicio de la memoria y por recorrer el proceso personal que la protagonista de su relato atraviesa poniendo cuerpo y vísceras.

Inés (impecable Carla Crespo) es fotógrafa y trabaja en un libro personal en el que parece jugarse mucho más que una edición, una firma o su nombre en el lomo. Su pareja (Juan Greppi), a punto de pasar a ser su ex, oficia de corrector y su madre (Rosario Bléfari), ocupa el lugar de sombra intermitente pero severa.

En su derrotero de recuperación de una memoria que aparece en cuentagotas, Inés decide visitar el Banco Nacional de Datos Genéticos para dejar muestras de su sangre. Su madre parece inquieta con la idea, temerosa, lejana ante la puerta que podrían abrir esos datos científicos. En el medio de esa ola de inseguridades y dudas el film de Mumenthaler surfea con una solidez narrativa que además hace gala de un vuelo visual poco habitual para el cine ¿político? nacional.

Porque el largo apuesta por las posibilidades visuales de una producción no precisamente millonaria, con imaginación e ideas que en pantalla aportan aire a una historia que se trasluce densa y más oscura que los reflejos del lago del título.

Ahí es donde la película sorprende, donde aparece una puesta luminosa en medio de diálogos que denotan oscuridad, donde el trabajo formal se anima a ser rupturista y jugar con la poética del encuadre y la imaginería de su protagonista.

Este marco permite a la directora animarse a plantear un diseño de producción vintage, al borde del pop retro y poniéndolo en un contexto actual de teléfonos celulares y laptops: otra de las jugadas que hacen de La idea de un lago una mirada necesaria sobre el último medio siglo argentino.