La hora de la religión

Crítica de Diego Lerer - Clarín

La sonrisa de mamá

Un drama de Marco Bellocchio centrado en un hombre cuya madre va a ser canonizada.

Por más italiano que alguien sea, nadie está preparado para recibir la visita de un párroco y que el hombre le diga: “Su madre está en proceso de ser canonizada”. Esa es la noticia que recibe Ernesto (Sergio Castellitto), al comienzo de La hora de la religión , película del gran Marco Bellocchio que se estrena en la Argentina ocho años después de su lanzamiento en Cannes 2002.

El asunto se complica por varios motivos. Primero, Ernesto es ateo y no quiere saber nada con la religión organizada. Segundo, no tenía una muy buena relación con su madre. Tercero, necesitan su testimonio ante las altas esferas eclesiásticas para “probar” la santidad de su madre, una mujer que fue asesinada por uno de sus hermanos, mentalmente inestable. Su testimonio debería confirmar que su madre le sonrió y perdonó a su torturado hijo antes de morir.

La presión familiar es fuerte. Sus otros hermanos quieren llegar a destino con la canonización y su mujer (de la que se está separando) también piensa en los beneficios que la santidad podría darle al hijo de ambos, quien encima toma clases de catecismo y parece muy interesado en saber detalles sobre la existencia de Dios, tema del que su padre no es buen interlocutor por más que intente disimularlo.

Con un clima que se va enrareciendo cada vez más al punto de que no se sabe si ciertas escenas son reales o pesadillas de Ernesto, que es dibujante de libros infantiles, Bellocchio va llevando la historia por caminos inesperados. Más que narrar lo que sucede con la canonización, prefiere centrarse en las sensaciones de su protagonista y en las extrañas cosas que le van pasando: el encuentro, y enamoramiento, con la profesora de religión de su hijo; un enfrentamiento que termina en duelo con un conde monárquico, el reencuentro con su hermano perturbado y con los otros -que quieren convencerlo de seguir adelante con el tema- y la temida audiencia con Su Santidad para dar testimonio de algo en lo que, sinceramente, no cree.

Con similares recursos “operísticos” que pudieron observarse en Vincere , pero con una narración que avanza de manera más impresionista y con un modelo autoral casi en desuso (plagado de símbolos, visiones, un tono onírico que bordea por momentos lo surrealista), La hora...

tal vez no sea una película tan lograda como lo fue esa historia de la primera esposa de Mussolini, pero va al centro de una de las preocupaciones fundamentales del director a lo largo de su carrera: el rol y el peso de la religión organizada en la cultura y la política italiana que, en el filme, actúa y funciona como una mafia.

El filme se llamó en algunos países “La sonrisa de mi madre”, debido a esa actitud de comprensión y perdón que podría transformar a una mujer que él creía “tonta y fría” en una santa. En la interpretación de lo que trasluce esa sonrisa estará lo que cada uno quiera ver: gracia, sorpresa, estupor o, simplemente, una sonrisa. La misma que Ernesto empezará a usar al ver cómo los acontecimientos lo envuelven cada vez más. ¿Amor, comprensión o sarcasmo? Los caminos del Señor son insondables...