La heredera de la mafia

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"La heredera de la mafia": lejos de la comedia sofisticada

Comedia de puntas bien gruesas, "Mafia Mamma" se ofrece como un disparatado relato de empoderamiento femenino sin dejar de ser una parodia de los films de mafiosos.

El camino que va desde el hit indie A los trece (2003) y llega hasta La heredera de la mafia señala la trayectoria de la realizadora Catherine Hardwicke, cuyo vuelco definitivo hacia el mainstream hollywoodense tiene un nombre de fuste: Crepúsculo. Nada nuevo bajo el sol californiano, aunque la directora texana ha sabido alternar proyectos más personales con otros de ambiciones rabiosamente masivas. Su última película es un caso extraño. Comedia de puntas bien gruesas, se ofrece como un disparatado relato de empoderamiento femenino sin dejar de ser una parodia de los films de mafiosos, cuyo objeto de adoración no es otro que la saga El padrino, citada al menos media docena de veces. Hay dos o tres gags que funcionan y la idea de ver a Toni Collette en un rol sumamente atípico no deja de ser un elemento atractivo: una ama de casa inmersa de pronto en un universo que no comprende, una mujer un tanto superficial y torpe pero con mucho potencial que le debe una partecita de su ADN a las heroínas de Katharine Herpburn.

El resultado final, sin embargo, aparece desencajado, como una silla comprada en una de esas grandes tiendas al por mayor y armada sin seguir bien las instrucciones. La actriz australiana es la protagonista, pero quien aparece primero en pantalla es la italiana Monica Bellucci. Ella es Bianca, mano derecha del jefe de una famiglia, los Balbano, que al comienzo de la película es masacrado junto a varios de sus “soldados”. Resulta que Kristin (Collette) es nieta del hombre en cuestión, aunque su vida en los Estados Unidos desde la más tierna infancia, lejos de los viñedos italianos que hacen las veces de fachada legal del turbio manejo de drogas, armas y prostitución, nunca le hizo sospechar que eventualmente el imperio mafioso caería en su regazo. Basta que el hijo se mude a la universidad y que ella encuentre a su marido en pleno ejercicio sexual con otra mujer para que Kristin acepte viajar a Italia y asistir a los rituales funerarios del patriarca. Además de quedar encerrada entre el fuego cruzado de su propia familia y los Romano, enemigos jurados de los Balnado desde vaya uno a saber cuánto tiempo.

Pero a la protagonista sólo le importa comer, rezar y coger, parodiando el título del célebre libro de Elizabeth Gilbert, sobre todo después de conocer en el aeropuerto a un galán llamado Lorenzo, experto en la fabricación de pasta casera, para sumar un nuevo cliché a la ingente lista. Queda claro desde el primer minuto que La heredera de la mafia no intenta ser una comedia sofisticada de viajes iniciáticos y redescubrimientos interiores, pero tampoco está tan jugada a los excesos del desatino bien entendido, como algunos de los mejores exponentes de la otrora llamada Nueva Comedia Americana. En definitiva, un par de momentos inspirados, algún gag que parece (mal) beber de las enseñanzas de Lubitsch (el escupitajo repetido demasiadas veces como ritual) y un particular e inesperado deslizamiento al grand guignol que acerca al film al gore extremo de un Herschell Gordon Lewis e incluso un Lucio Fulci, violencia ocular y testicular incluidas.