La habitación

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

El cuarto sin ventanas

Víctima de un secuestro, una joven madre vive recluida en un cuarto junto a su hijo Jack, quien a sus cinco años no conoce nada más que ese micromundo en el que ha crecido. El afecto entre ellos y una inagotable imaginación les han permitido sobrevivir, construyendo una burbuja con reglas y principios donde solamente la madre es consciente de que no podrá sostenerse por mucho más tiempo. La presencia de un plazo temporal para abandonar lo que para el niño es un refugio y para la madre una prisión, intensifica la tensión de todo lo que ocurre en la primera mitad del film, que cuenta con dos partes muy diferenciadas: la primera, que se desarrolla en la estrecha habitación que únicamente tiene una claraboya, donde se ven las nubes o caer la nieve; y otra, que ocurre en el exterior, donde se ven las secuelas de una experiencia tan terrible como fascinante.

En el rol de la madre, la actriz Brie Larson, deja una actuación desgarradora y brillante, que justifica todos los premios que ha logrado hasta el momento y las nominaciones al próximo Oscar, pero también es inolvidable el niño Jacob Tremblay, en un papel complejo y cargado de matices. Una banda sonora sencilla pero perfectamente integrada pone el broche de oro a esta pequeña joya.

Realidad, literatura y cine

En 2010 la escritora irlandesa -radicada en Canadá- Emma Donoghue escribió una novela libremente inspirada en el caso real de la austríaca Elisabeth Fritzl (en realidad el guión es una síntesis de varios casos de esta abominable forma de esclavitud que ocurre en nuestros días). El cineasta Lenny Abrahamson traduce en términos cinematográficos la experiencia y realiza una película pequeña de impacto enorme. Su mayor mérito es trabajar el material sin efectismos ni lugares comunes, apostando a las herramientas del cine y a la delicadeza. La historia está narrada desde el punto de vista (y la voz en off) del niño de cinco años. La inocencia del pequeño (que nunca ha conocido el mundo real y sólo tiene una visión parcial por lo que ve en un viejo televisor o le cuenta su madre), se contrapone al horror de esa confinación forzada. Ambos se acostumbran a sobrevivir con lo poco de ropa y comida que les da su captor; la madre confecciona juguetes para su hijo con cáscaras de huevo, hilos y hebras de lana.

Contra todos los prejuicios que la escabrosidad del tema puede suponer, esa primera mitad es pudorosa y se mueve con ductilidad para una puesta en escena donde lo siniestro no se muestra directamente. Sostenida desde un guión, una dirección y actuaciones impecables, esta historia extrema y dura indaga también en los efectos de los abusos psicológicos del delito expuesto. Cinematográficamente hablando, no hay grandes travellings, innovadores movimientos de cámara ni ambiciosos planos secuencia. Sí un montaje tenso y vibrante (especialmente en la primera mitad) y un gran diseño de la habitación, espacio trabajado en cada detalle. Los monólogos interiores de Jack trasuntan ingenuidad y la entrañable inocencia de su pensamiento mágico respecto del mundo.

Más fuerte que el acero

La dinámica que se genera entre madre e hijo vertebra toda la película desde el principio hasta el final. Es genuina, pura, cálida, sutil y sin exageraciones. Es un vínculo a prueba de terremotos, lleno de matices y veracidad: ella no es una madre perfecta y se enoja o se desquicia, pero ama y protege a su hijo por encima de todo. Y Jack tampoco es un niño ideal sino caprichoso y exigente. Es feliz en la habitación, porque no conoce otra cosa. Incluso debe regresar para despedirse y cortar el vinculo, igual que con el pecho de la madre. Un vinculo que va y viene, donde finalmente es el niño quien debe sostenerlo. “La Habitación” sugiere reflexiones acerca de lo que hace que la vida valga la pena, incluso en los momentos más bajos, o de cómo se puede empezar a reconstruir una vida después de una experiencia demoledora. La película es ante todo una historia de supervivencia aferrada a los afectos: cine adulto, provocativo e inteligente, toda una excepción en estos tiempos de entretenimientos pasatistas.