La habitación

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Madre e hijo

Con tres nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood de este año, éste filme dirigido por Lenny Abrahamson podría ser la cenicienta de la 88 entrega de los premios Oscar. Tiene muchas posibilidades de llevarse la de mejor actuación femenina, Brie Larson en el papel de Ma, y mejor guión adaptado en la novela de Emma Donoghue, quien estuvo a cargo de su traslación de la literatura al cine.

Si bien en ningún momento se dice nada, está basado en hechos reales ocurridos en Austria, pero en este caó intolerable, sino en “no creíble”. Sin embargo, narrada por un niño de 5 años, igualmente nos adentra en una de las experiencias más aterradoras que el cine haya mostrado en las últimas décadas.

El filme podría dividirse en dos a partir de los espacios en que transcurren los hechos, sin embargo el director plantea en sus formas muchas más. Los primeros veinte minutos nos muestran a una madre jugando a vivir en el espacio reducido de una habitación con sólo una claraboya como lugar de entrada de la luz exterior.

Un niño de cinco años, con mucha imagen de niña, pelo extremadamente largo, voz de nena y modales casi femeninos, pero su nombre es Jack (Jacob Tremblay), él y su madre Ma (Brie Larson) viven en ese pequeño espacio sórdido: hay una cama, un placard, un televisor, un lavabo, bañera, una cocina rudimentaria.

El pequeño lugar es todo el mundo que Jack conoce y reconoce, lo que se ve en la televisión no existe, no tiene dimensiones. Todo lo hacen juntos, caminan, juegan, comen, cuando empieza a generar malestar del orden de lo insoportable aparece el viejo Nick, un hombre que le trae las provisiones desde el exterior incierto. Cada aparición de Nick, redunda en el encierro de Jack en el armario, lo que lo pone como testigo de lo que sucede en la habitación, de lo cual para el espectador es sólo deducción lógica.

El manejo del espacio, los movimientos de cámara, la narración en off con la voz de Jack de manera casi permanente, pero sobre todo el punto de vista del niño, colocan a éste director no sólo como un gran director de actores sino un maestro con grandes recursos narrativos aprovechando al máximo las variables espacio/temporales.

La historia empieza el día que Jack cumple 5 años, la aparición de Nick, lleva al punto de la intolerancia a Ma, lo que acelera su intención de fuga. Para ello intenta preparar a Jack.

Ese hijo será el vehiculo hacia la liberación para luego mostrarlo como el salvavidas de Ma, sin su presencia no hubiera resistido los 7 años de cautiverio a los que fue sometida después de ser secuestrada por Nick. Jack nació en cautiverio.

Es a partir de este punto donde la narración se eleva por encima de la mediocridad general, en razón, principalmente, por la puesta en escena anteriormente mencionada, trabajada, mostrada, de manera minimalista, al mismo tiempo haciendo jugar a cada elemento como un personaje más, siendo los actores y sus interpretaciones, sobre todo la performance de Brie Larson, los pilares que sostienen a un guión inteligente.

En esa segunda parte el texto evita caer en el cliché, se centra en la readaptación de estos dos personajes al mundo, para uno el real, para el otro desconocido.

La habitación sigue jugando un papel importante como icono, y símbolo de la relación necesariamente simbiótica que se estableció entre la madre y el hijo, para que la supervivencia sea posible.

En ese exterior, el reencuentro de Ma con sus propios progenitores, ahora divorciados, la abuela de Jack, Nancy (Joan Allen) que hará lo que fuera por su hija y su nieto, en ese intento es que atraviesa, exigiendo, la temporalidad en busca del tiempo perdido.

El abuelo Robert, (William H Macy) que le retorna como insoportable la presencia de su descendencia producto de una violación, por lo que enfrentado a su propia hija desparece. Lugar ocupado por la nueva pareja de Nancy, Leo (Tom McCamus), quien puede jugar con Jack desde el lugar del tiempo sin recuperar.

Historias laterales, consecuencias al borde, como la situación de encarcelamiento y procesamiento del secuestrador, solo mostrado como noticia en el televisor.

Esta segunda parte termina siendo tan fascinante como la primera al mismo tiempo que la explica, la sostiene, la recuerda y le da sentido.

En este punto es que aparece el fantasma de caer en un intento de entender a las criaturas desde la penetración psicológica, es desplazada por la relación entre ellos dos y de cada uno con el mundo: ella debe reconciliarse con su vida anterior, él tiene su primera experiencia de jugar con un niño de su edad. Ella intentará vivir lejos de toda presión, él descubriendo cada detalle de ese mundo que creía ficticio.

De estructura narrativa clásica, de progresión dramática constante, con mucha búsqueda estética para reforzar el relato, y un diseño de sonido y banda sonora acorde al texto, más allá de los climas o la empatia con las imágenes.

Podría haber sido una realización promiscua, especulador, voyeurista, toda una indagación de la tenebrosidad del alma humana, se convierte en un retrato reflexivo, afectuoso de la maternidad y la ingenuidad abierta a la experiencia de la infancia.