Los claveles de la creación. La caída de la dictadura en Portugal, denominada la “Revolución de los Claveles”, fue el inicio de un período de grandes cambios en las estructuras de los países ibéricos, España y Portugal. Ambos países estaban gobernados por dictaduras de ideología fascista con marcados rasgos políticos de corporativismo estatal y habían prohibido los partidos políticos, enviando a sus dirigentes y militantes a la cárcel, al exilio o al cementerio. El fracaso de la desgastante y cruenta guerra colonial que Portugal había entablado con Angola, Guinea y Mozambique en los años sesenta había generado un malestar entre muchos oficiales del ejército, especialmente entre los más jóvenes que cada vez se manifestaban más abiertamente en contra de la guerra en un contexto de presión internacional para terminar con la dictadura y realizar elecciones con el fin de entrar como miembro pleno en los organismos internacionales y terminar con el estado de aislamiento político y económico. A su vez, la guerra colonial se había vuelto abiertamente impopular entre los ciudadanos por el costo económico y humano y los movimientos de descolonización eran cada vez más influyentes alrededor del mundo. El estancamiento de Portugal en materia económica y social en comparación con las democracias capitalistas de Europa era además cada vez más marcado, mientras la censura impedía la libertad de prensa y se denunciaba a la cultura juvenil de los sesenta y setenta como decadencia burguesa desde ideas de derecha cada vez más obsoletas e impopulares. La Gran Noticia narra de forma satírica las peripecias de un grupo de periodistas radiales suizos que van a Portugal a realizar entrevistas sobre la ayuda económica que Suiza se había comprometido a prestar en materia de infraestructura y conocimiento. Basada en hechos y personajes reales, los periodistas van descubriendo el fracaso y la insuficiencia de la ayuda, encontrándose sin siquiera imaginarlo en medio del golpe de estado militar que derrocó la dictadura del Primer Ministro de la Unión Nacional del llamado Estado Novo, Marcelo Caetano.
Cuarteto carismático… y revolucionario La última propuesta del director Lionel Baier tiene sus instantes de gracia y de picardía. También pierde el hilo, en breves pasajes, y apuesta, en alguna que otra secuencia, al cambio de tono para no estancarse en un solo tipo de matiz. El sarcasmo está a la orden del día y los intérpretes colaboran mucho y positivamente en este aspecto. Todo se desarrolla durante 85 minutos. De impecable ambientación y situada en 1974, La gran noticia no es una comedia de carcajadas, sino de momentos de chispa. Pinceladas y acertados bocadillos que no se extienden más de lo necesario en la premisa buscada. Un estilo de humor particular, sazonado con el siempre gustoso recurso a la sátira. El cuarteto principal congenia gracias a la buena química y al carisma de cada uno de los personajes. Valérie Donzelli, llamativa, le aporta el toque sensual, provocador y desafiante al grupo. Y por eso se destaca. Aquí encarna a una periodista obsesiva con conseguir su propio programa, que es enviada a Portugal para compartir la cobertura radial con un reconocido en la profesión (Michel Vuillermoz), un hombre con crecientes problemas en su memoria. Al equipo se suma un técnico (Patrick Lapp) y más adelante un joven portugués que maneja el idioma francés (Francisco Belard). La bajada de línea que le realizan a quien comanda la emisora se justifica en el hecho de enseñarle a la gente el flanco positivo de lo que acontece en el mundo. Las personas no tienen ganas de levantarse de su cama con noticias que hablen de guerras y conflictos, parecen inculcarle a quien lidera la encomienda de radiodifusión. Entonces les solicita a sus enviados que se encarguen de divulgar la ayuda suiza a países con dificultades. En el viaje, y de trasfondo, estalla la Revolución de los Claveles. La película gana puntos cuando apela a la ironía, componente que se hace presente desde la primera secuencia de la narración, hasta en los diálogos de quienes interactúan y en diversas situaciones que ocupan lugar a lo largo de la proyección. Los cuelgues e inconvenientes a la hora de rememorar eventos por parte de Michel Vuillermoz, así como también su deficiente portugués, son factores que juegan una agradable pasada para el espectador. Incluso siendo poseedora de un metraje escaso, La gran noticia no acarrea un nivel de enlace parejo y quizás ese sea uno de sus déficits más importantes. Algunos cambios bruscos (pocos, por cierto) en cuanto al tinte que parecía primar en el relato tampoco acaban resultando de los más atinados. En líneas generales, Les grandes ondes es un film de pasillos amenos, de ritmo agradable pero que no aporta nada sobresaliente dentro del género. LO MEJOR: las actuaciones. El recurso a la sátira como modo de humorada. LO PEOR: pierde el fuelle en algunos momentos. No genera entusiasmo para volverla a ver. PUNTAJE: 5
Historias de revolución La gran noticia (Les grandes ondes, 2013) viene a narrar las experiencias de un ecléctico grupo de periodistas suizos, al cubrir los hechos acontecidos en la revolución portuguesa del 25 de abril de 1974, denominada Revolución de los Claveles. Una divertida película que trasmite los ideales con nostalgia del esperanzador clima de época. Cuando el director del canal de televisión suizo es cuestionado por sus criticas mediáticas al Gobierno Suizo, tiene el encargo de difundir noticias oficialistas para resarcirse, especialmente las acciones de beneficencia realizadas a Portugal, país empobrecido por la dictadura salazarista en el poder desde 1926. Para hacer el trabajo sucio, y sin fallar, el director arma un grupo de trabajo dispar que integra: un fiel y veterano camarógrafo (Patrick Lapp), una joven cronista y amante del director que ansía tener popularidad (Valérie Donzelli), y casi por obligación, un periodista de renombre cuya carrera está en declive (Michel Vuillermoz). Lo que no sabe es que al llegar a Portugal, los reporteros encontrarán un país en proceso de cambio y deberán elegir entre ser fieles al pedido o tratar de reflejar de la mejor manera posible – y siendo parte del mismo- el movimiento revolucionario. Mediante una comedia simpática de personajes La gran noticia arma un collage visual de despertares (sexuales, liberales, progresistas) acerca de la revolución. De esta forma rompe tabúes, desarrolla ideales e instala la nostalgia retro tan de moda por estos días en el cine mundial, para hablar de un festivo clima de época. En tal representación se encuentra lo mejor del film de Lionel Baier. Los personajes no son casuales en el armado del relato: El veterano chofer y camarógrafo, el joven e inexperto traductor (Francisco Belard), el consagrado y fanfarrón periodista de renombre y la mujer joven y bonita en ascenso. Cada uno representa generacionalmente los cambios producidos por la ola revolucionaria de aquellos años. Embarcados en una suerte de road movie, y a bordo de una furgoneta, se trasladan por Portugal en un viaje transformador. La gran noticia que buscan no estará en los planes sino que terminará surgiendo de la experiencia vivida. Si bien hay cierta visión sesgada y estereotipados en la representación, como el calor de Portugal y el carácter alegre de su gente (en contraste con la frialdad suiza), también es cierto que hay un espíritu de libertad en todo el film. La llegada de la revolución con la coreografía musical, viene a retratar audiovisualmente la frescura y renovación que la película propone desde su temática.
Cerca de la revolución La filmografía de Lionel Baier es conocida gracias al BAFICI. Allí pudimos ver varias de sus películas, incluida la notable Un autre homme (algo así como una precursora de la argentina El crítico). Se trata de uno de los directores más interesantes del cine suizo, al punto que ha establecido una compañía con otros colegas como Jean-Stéphane Bron, Frédéric Mermoud y Ursula Meier, quienes no sólo son aquí sus coproductores sino que también interpretan a simpáticos personajes secundarios. La gran noticia, atractiva combinación entre la road-movie, la screwball-comedy y el drama histórico, tiene a dos protagonistas opuestos entre sí que trabajan para la Radio Suiza a principios de los años ‘70: Julie (la francesa Valérie Donzelli) es una politizada militante feminista que conduce un talk-show sobre el tema; mientras que Cauvin(el también galo Michel Vuillermoz) es un veterano, mujeriego y cínico reportero que se las sabe todas, de esos que viven alardeando de todas las coberturas que ha realizado a lo largo de su carrera (Baier dijo haberse inspirado en el célebre periodista polaco Ryszard Kapuscinski). Ambos reciben el encargo de viajar a Portugal a bordo de una camioneta Volkswagen acompañados por un conductor y sonidista muy particular llamado Bob (Patrick Lapp). Para paliar los contratiempos que generan las barreras idiomáticas (un recurso humorístico que se repite demasiado), contratan a un adolescente local llamado Pelé (Francisco Belard), que ha aprendido el francés viendo películas de su ídolo Marcel Pagnol y terminará con ellos en plena explosión de la Revolución de los Claveles de abril de 1974. El director de Como los ladrones (al Este) y Garçon stupide citó a Lubitsch y a Tati (pero también a Demy y Truffaut) como referencias de La gran noticia, una desenfadada tragicomedia que rescata el espíritu de época (la liberación sexual, la liberación política tras una cruenta dictadura) y que se permite jugar con el musical (abundan las composiciones de Gershwin) y la picaresca. No todas las situaciones son igual de logradas (hay momentos de bienvenido riesgo e inspiración y otros más forzados donde afloran los lugares comunes, el pintoresquismo, el artificio y los clichés), pero el balance final de este nuevo trabajo de Baier es positivo. Un buen motivo para acercarse a la obra de un referente insoslayable del hoy tan de moda cine suizo.
Lionel Baier es un director que, hasta la fecha, mantenía una cuidada filmografía de temática gay, la cual no había logrado trascender las barreras de su país natal Suiza. Con este, su noveno largometraje entre ficción y documentales, abre el abanico para narrar los hechos transcurridos en la zona hace ya cuarenta años, con la llamada Revolución de los claveles. Mucho se ha discutido sobre la decisión de plantear una comedia ante temáticas serias, difíciles o de corte histórico; Baier toma ese camino, inserta la acción en medio del conflicto pero lo hace con un clima ameno, que si bien no llevará a la risa profunda sí logrará mantener una sonrisa casi permanente. Sus personajes fundamentales, los que llevan adelante el relato, con cuatro. Julie (Valerie Donzelli, espléndida) y Joseph (Michel Vuillermoz) son dos periodistas suizos enviados a Portugal para hacer una cobertura radial en el país. A ellos se les suma más adelante Alain y Pelé (Patrick Labb y Francisco Bellard, respectivamente), un técnico y un traductor. La idea es relatar cómo países “avanzados” como Suiza colaboran con otros más necesitados como Portugal. Pero al llegar se enteran que las órdenes son las de dar únicamente noticias positivas, básicamente porque un pueblo tan problemático como el de Portugal, ya no quiere escuchar de guerras. El asunto, es que en el medio de la crónica estalla la mencionada Revolución. Baier junta a este cuarteto y los pone ante situaciones o decisiones disparatadas, los relaciona con otros personajes carismáticos, y así el asunto es muy llevadero; a lo cual colabora una escasa duración de menos de hora y media. Cada uno de los cuatro tendrá su momento de lucimiento, y sobre todo Vuillermoz será quien cargue con el mayor peso de comedia con un personaje que se confunde y pierde la memoria repetidas veces. Las dificultades llegan cuando Baier debe balancear. Los momentos dramáticos, en que se debe contar algo más de la historia real entre los dos países, no tienen el mismo peso que aquellos más risueños, y se sienten algo extraviados. No es La gran noticia un film sorprendente ni mucho menos, es una aventura pasatista con un trasfondo interesante. Sin las logradas interpretaciones, otro sería el resultado.
La Historia como farsa En Portugal, los periodistas suizos de La gran noticia se tropiezan por casualidad con la Revolución de los Claveles, que pone fin a la dictadura salazarista, lo que cambia no sólo sus objetivos profesionales sino también sus vidas. Así como en los años ’70 sorprendió en la apacible Suiza la aparición del contestatario Groupe 5, integrado por los mayores nombres del cine helvético de aquel momento, como Alain Tanner, Claude Goretta, Michel Soutter, Yves Yersin y Jean-Louis Roy, la continuación de aquel movimiento parece encontrarse ahora en Bande à part, el grupo que integran Ursula Meier, Lionel Baier, Jean-Stéphane Bron y Frédéric Mermoud. Nacido como un colectivo en 2009 y ahora ya establecido como casa de producción, Bande à part (nombre que remite al famoso film homónimo de Jean-Luc Godard de 1964, sobre un grupo de ladrones aficionados) tuvo su eclosión en los dos últimos años, primero con La hermana, de Meier, Oso de Plata - Premio Especial del Jurado en la Berlinale 2012, y luego con La gran noticia, la comedia satírica de Lionel Baier que hizo las delicias del Festival de Locarno 2013 con sus dosis equivalentes de ligereza de tono y vitriolo político. Ambientada en abril de 1974, la película de Baier (que estuvo en el Bafici 2009 presentando un foco sobre su obra y volvió en abril pasado al festival porteño) reúne a tres periodistas de la Radio Suiza, a cual más diferente del otro: una cronista en ascenso, de declamado feminismo militante (Valérie Donzelli, a su vez también cineasta, directora de Declaración de vida, de reciente estreno porteño), un experimentado pero decadente corresponsal extranjero (Michel Vuillermoz, actor fetiche del último Alain Resnais) y un hosco ingeniero de sonido (Patrick Lapp, un comediante que no tiene nada que envidiarles a sus colegas más conocidos). Trepados a una típica combi Volkswagen convertida en estudio ambulante, tienen como misión relevar la hipotética ayuda helvética en Portugal, prácticamente inexistente pese a la propaganda oficial suiza. Pero, casi sin darse cuenta, se tropiezan con la Revolución de los Claveles, que en ese momento está acabando con la dictadura salazarista, lo que cambia no sólo su objetivo periodístico, sino también sus vidas. Si hay algo que no puede negarse a La gran noticia es su frescura de tono. Todo es leve, ligero en el film de Baier, incluso los momentos más dramáticos, como si el director suizo hubiera querido seguir las huellas del maestro Ernst Lubitsch, que en plena Segunda Guerra Mundial fue capaz de hacer una comedia (Ser o no ser) para reírse de los secuaces del Führer en las narices del nazismo. Aquí, la Gran Historia con mayúsculas asoma primero como una brisa por las ventanillas de esa atestada combi que sirve a la vez de estudio y casa rodante, para luego arrasar –con la fuerza de un vendaval– con los sentimientos y maneras de ser de esos suizos un tanto rígidos, sorprendidos por el espíritu libertario de una revolución mediterránea. Tanto que la película también cambia con ellos, al punto de que se convierte de pronto en un insólito musical, donde todos cantan y bailan por las calles y la música pasa del melancólico fado a las más conocidas melodías de George Gershwin. La cuidada dirección artística también aporta al conjunto, releyendo el espíritu de época no desde el rigor académico sino desde un artificio irónicamente retro, como si Baier (un poco también como el último Resnais, de ahí quizás la presencia de Vuillermoz) quisiera acentuar el carácter deliberadamente ilusorio, ficcional de un film anclado en acontecimientos históricos. Es esa libertad, ese desparpajo lo que finalmente prevalece en La gran noticia, una película quizás desigual, con algunos momentos más logrados que otros, pero siempre alegre, enérgica, esencialmente vital.
De la comicidad de una situación deviene el absurdo y del mismo la carcajada. La risa entonces no es la resultante de un portentoso y efímero golpe de efecto sino que recurre a una cuidada construcción, acicalando los resortes de ese inicial desconcierto que culmina en la irracionalidad. Inevitablemente condenada a ser la hermana menor de los géneros cinematográficos, a la pléyade de realizadores talentosos que incursionaron en la comedia quizá les quede el íntimo consuelo de saber que cuesta tanto (o a veces más), hacer reír que llorar. Probablemente eso pensó el notable director suizo Lionel Baier al concretar La gran noticia, una comedia ambientada en un marco tan poco proclive a la simpatía como la dictadura salazarista en Portugal. La consigue con la historia de tres reporteros enviados a ese país por Radio Suiza para generar positivos informes periodísticos sobre la colaboración brindada por su gobierno con planes de desarrollo a favor de la dictadura. Pero, al llegar, los suizos descubren que es muy difícil brindar buenas nuevas ante tanto atraso y corrupción, y casi por accidente se topan con la gran noticia: tiene lugar una revolución, nada menos que la Revolución de los Claveles, que abrió el camino para la democracia en Portugal, hace cuarenta años, un 25 de abril de 1974. Ante ese insospechado escenario se encuentran Julie (Valérie Donzelli), una radical militante feminista; Cauvin (Vuillermoz), un tan veterano como decadente periodista; y Bob (Lapp), el estructurado técnico que también es chofer del viaje y un poco un hombre orquesta. A ellos, cuando las barreras idiomáticas sean tan complejas como las fronteras geográficas, se les sumará Pelé, un adolescente que aprendió francés viendo el cine de Marcel Pagnol. En el director de La mujer del panadero, Baier encontrará una referencia explícita que acompañará de citas a otros grandes (como el personaje de Bob con características del célebre Hulot de Tati, o una revolución al ritmo de un coreográfico musical al mejor estilo Jacques Demy). Pero, sobre todo, cuando buena parte de la comedia contemporánea pareciera descansar en las obsesiones individuales y en el humor de trazo grueso, aquí se exacerba el espíritu del desparpajo colectivo y de la sutil ironía que permite caracterizar la libertad de una época con sus componentes tanto políticos como de liberación sexual. Sobre el final, Baier reactualiza toda esa lejana y rocambolesca historia para permitirnos reconocer que una comedia, aunque no sea perfecta, puede ser tan inteligente como el más celebrado de los dramas, pero mirado con una sonrisa.
La mirada indiscreta Cómo un hecho político y social es visto desde afuera, con ojos extranjeros, y los protagonistas parecen seguir sumergidos en su propia vida aunque la realidad circundante los altere y no los deje escapar. De eso, en parte, trata La gran noticia, una comedia con el fondo de la Revolución de los claveles en Portugal, en abril de 1974. Quienes llegan hasta allí son periodistas francófonos de una radio suiza. A Julie le encargan realizar un informe sobre los aspectos del aporte económico que su país brindó a Portugal, antes de que estallara la revuelta. La acompaña Cauvin, uno de esos periodistas que se dicen estar a la vuelta de todo, que ha tenido centenares de coberturas en el exterior y que ve casi todo con cinismo. Para cerrar el grupo se suma un sonidista que los lleva en una camioneta Volkswagen, y un muchacho del lugar, apodado Pelé, que los ayudará como pueda, entre otras cosas con el idioma. El director Lionel Baier (37 años, director de Un autre homme) dedica la mayor parte del tiempo a tomarles el pelo a sus personajes, o al menos a reírse de y con ellos. Por ejemplo, de los principios de Julie (Valérie Donzelli), una periodista feminista que acepta que lo acompañe el autosuficiente Cauvin (Michel Vuillermoz) porque cree que logrará su cometido: conducir su propio programa en la radio. Lo llamativo es cómo el punto de vista actual sobre tópicos de la época -como la liberación sexual, y las libertades que ganan espacios luego de una dictadura- se sitúa casi en una tragicomedia, eso sí, muy amable y con mayor énfasis en la sonrisa. Los contrapuntos entre los personajes tienen punch, por lo que la comedia sigue su trecho sin desviarse demasiado. La realización baja el promedio cuando los gags sobre las barreras idiomáticas ya no causan la misma gracia que al comienzo, ni cuando los clisés y la mirada pintoresca se tornan algo rutinario.
Una “gran noticia” humorística, breve y entretenida Recientemente presentada por el propio embajador suizo en Pantalla Pinamar, esta comedia se ríe amablemente de cuatro suizos en el exterior, de unos cuantos en su país, y de la reacción ante un hecho muy singular que ocurrió hace ya cuarenta años, y que hoy se recuerda con nostalgia. Más aún, se recuerda con la necesidad de encontrar ahora algo aunque sea medianamente parecido. La acción, en 1974. Radio Suisse necesita difundir alguna nota amable sobre la ayuda que la Confederación Helvética les brinda a los países pobres. Por ejemplo, Portugal, que queda ahí nomás y está gobernado por un tirano. Así es como manda a una periodista feminista, un viejo machista que fue corresponsal de guerra, un técnico que ya está para el retiro, y un joven. Ni qué hablar de cómo se llevan, ni de lo que encuentran. Pero en medio de tanta mala onda, de pronto las ondas radiales empezarán a difundir una extraña y feliz noticia. Una gran noticia: la Revolución de los Claveles. Hay algo nuevo y hermoso en la Vieja Europa, algo que despierta esperanzas en una sociedad mejor, y en un futuro mejor. Alguno no entiende nada pero igual se prende. Y algunos se prenden a su manera, por el lado de la Revolución Sexual. Bueno, se supone que por algún lado se empieza. El director Lionel Baier cuenta todo esto reproduciendo a su manera el estilo de las comedias populares francesas de los años 70, tal como en el 2001 hizo Maurizio Sciarra en el risueño "A la Revolución en un 2CV", precisamente sobre el mismo hecho (en ese caso, unos vagos quieren llegar a Lisboa en un viejo autito y se pierden por España; en el que ahora vemos unos laburantes medio torpes deben llegar en una Combi VW y se pierden entre la multitud). Sí, por lo menos el estilo de los 70 puede imitarse bastante bien. Lo otro es más difícil, o quizás ya sea imposible. Pero la parte nostálgica de esta reflexión ya queda a cargo del espectador. Si quiere hacerse cargo, por supuesto. Intérpretes, Valerie Donzelli ("Declaración de vida"), Michel Vuillermoz, Patrick Lapp, Francois Belard. En el papel circunstancial de reporteros belgas, los directores Lionel Baier y Ursula Meier ("La hermana"). Película curiosa, breve, entretenida, que nos hace pasar el rato y nos deja pensando. Vale la pena.
Un film periodístico tanto en su base como en su narración. El periodismo tiene el estricto deber de contar solamente los hechos. Aunque carente de dramatismo —con la salvedad del periodismo amarillo—, es una pieza de narración que como cualquier otra tiene el deber de enganchar al espectador con la historia que está contando; tarea difícil ya que el factor identificatorio es algo que no depende de quien escribe la pieza. No obstante, La Gran Noticia cuenta una historia real, solo que para no caer en recursos realistas que sumarian en un documental pero serian la muerte en una ficción, elige contarla a través de las peculiares idiosincrasias de tres personajes. ¿Cómo está en el papel? Abril de 1974, las autoridades suizas se muestran preocupadas por el tono subversivo que está mostrando la emisora local francófona. En respuesta a esto, su principal directivo propone enviar un equipo a Portugal en orden de documentar el efecto que tuvo la ayuda financiera Suiza en ese país. El equipo está compuesto de Julie, una determinada reportera feminista; Cauvin, un veterano corresponsal de guerra que tiene algunos problemas de memoria; y Bob, un técnico de sonido próximo a la jubilación. Podría detallar en profundidad el conflicto de la película, pero sería contárselas entera. La película hace honor al título (argentino) que lleva, ya que los personajes están en búsqueda de La Gran Noticia a la que alude. No solo para tener algo que presentarle a su jefe, sino algo que les de significado a ellos mismos. La película se limita a contar solo los hechos, y aunque lo tangible de su objetivo se pierde levemente a la mitad del metraje, la idiosincrasia de los personajes es lo que salva las papas del fuego. Cuando el aspecto periodístico no domina la historia, la batalla de los sexos entre Cauvin y Julie es la carne de la película, casi del mismo modo que una comedia romántica. ¿Cómo está en la pantalla? La película goza de ricas composiciones de cuadro en Cinemascope, con gran sentido de la economía narrativa en la cantidad de planos y como estos ensamblan con ritmo en el montaje. Los tres actores protagonistas entregan interpretaciones a la altura del desafío, y cada uno a su manera consiguen sacar a flote lo entrañable de sus personajes. Conclusión La Gran Noticia es un film de corte periodístico sin vueltas y al punto, que si bien carece de un tema preciso, conquistara a quien lo elija por la idiosincrasia de sus personajes.
Baier toma el conflicto al que se ven sometidos sus personajes y lo vuelve el nudo de su película. Como ellos, que deben informar hechos trascendentes en un tono amable y divertido, Baier podría estar preguntándose: ¿cómo filmar la efervescencia política de los setenta sin hacer otra denuncia grandilocuente que venga a engrosar el catálogo del cine mal llamado político? ¿No se podrá, en cambio, hablar de la época desde algunos puntos estratégicos de la historia del cine, como la comedia screwball, la buddy movie o el musical, y enhebrarlos todos mediante una puesta en escena amigable y colorida, que se engolosine con tonos pastel antes que con las paletas apagadas y grises de las películas “políticas”?
os grandes periodistas La gran noticia (Les grandes ondes, 2013) es un film que narra lo acontecido a un grupo de periodistas suizos durante la revolución portuguesa de 1974, a la que se la denominó Revolución de los Claveles. Los protagonistas justamente periodistas radiales. Por un lado, Julie (Valérie Donzelli) es una ultra politizada militante feminista que conduce un talk-show sobre el tema, y por el otro Cauvin(Michel Vuillermoz) es un veterano, algo promiscuo pero sobre todo alardeador y exagerado de primera. Éste último pasa su tiempo presumiendo sus exitosas coberturas. Estos seres, en apariencia tan disímiles, tienen la tarea de viajar a Portugal junto a un conductor y un sonidista para cubrir el evento revolucionario. Es de la partida también, Pelé, un joven adolescente que allí conocen, quien hace las veces de “traductor” del francés al portugués, generando enredos y situaciones cómicas buenas, pero que llegan a tornarse repetitivas. Al llegar a Portugal, los reporteros encuentran un país en proceso de cambio, y allí la encrucijada que se le presentará a los corresponsales tendrá que ver con ser fieles al pedido de su superior (de mantener una postura acorde a su gobierno de turno) o reflejar lo más fielmente posible, el movimiento de revolución al que están asistiendo. La gran noticia aborda, desde una forma divertida y particular, pero con un dejo de nostalgia, una serie de descubrimientos y despertares, ya sean éstos sexuales, liberales, o progresistas acerca de lo que la revolución implica. Una de las mejores películas hechas por Lionel Baier (cuya filmografía suele verse en ediciones del BAFICI), que combina elementos del drama histórico, con algo de las road-movies mientras revisa el género de la tragicomedia a la vez que experimenta con lo musical tomando como telón central un tema tan sensible como atemporal. Imperdible! Por Marianela Santillán
Humor, coreografías y política La ubicación histórico-temporal no deja dudas: Portugal, 1974, en las primeras horas de la Revolución de los Claveles que destronó la dictadura de Salazar, que parecía eterna y sin ganas de irse del poder. Pero la mirada no viene de Lisboa sino de un terceto de personajes suizos (periodistas, técnicos) a los que en la segunda mitad del film se les sumará un joven portugués que habla francés. El director de La gran noticia también nació en Suiza, motivo más que curioso para desentrañar el punto de vista de la historia, que recurre a la comedia como género central con ramificaciones en el musical y el contexto político de ese entonces. Los primeros trazos de la trama no son los mejores, referidos a la presentación de los personajes y a la importancia que cada uno le da al hecho histórico que toma por sorpresa al grupo. En ese segmento, sin embargo, la película encuentra su tono humorístico que mantendrá hasta el desenlace: desentrañar las diferencias y semejanzas entre Suiza y Portugal, uno tomando en cuenta su comodidad neutral ante un conflicto bélico, y el otro, desde la apatía y la vigilancia permanente que caracterizaba a la dictadura depuesta. Cualquier paralelismo histórico entre Francia y España (Franco moriría un año más tarde) también es válido para dilucidar a aquella vieja Europa dictatorial y a las jóvenes democracias que triunfaron por aquella década. Pero a La gran noticia no le interesa tanto el contexto y sí instalarse en los primeros días del retorno de las libertades expresivas. Allí, la película se la juega por un tono juguetón donde se deja espacio a un par de coreografías musicales en una transparente invocación al clásico Amor sin barreras (1966). Esos riesgos temáticos y formales –describir un trama seria con humor e ironía– tiene ecos en un film reciente, Despertando a la vida, uno de los mejores estrenos del 2013, protagonizado y codirigido por Valérie Donzelli. Justamente, ella interpreta a la indócil periodista de La gran noticia. Nada es casual, por lo tanto, en el tono ligero de la película, que hasta incluye un par de ironías sobre la figura y la voz de Carlos Gardel.
Perdidos en Portugal En el año 1974, dos periodistas de Radio Suisse Romande son enviados a Portugal para hacer algunas notas sobre la ayuda que aquel país recibe de Suiza, y así agregar una mirada positiva a la programación. Para dicha tarea envian a Julie Dujonc-Renens (Valérie Donzelli), una feminista, que apenas tiene una hora semanal de radio, y que siempre está en pie de guerra, viendo machismo hasta donde no lo hay; y a Joseph Marie Cauvin (Michel Vuillermoz), un experimentado cronista de guerra que ha viajado por todo el mundo, machista, un tanto pedante, y tiene un incipiente problema para retener información. Acompañando a esta desequlibrada dupla esta Bob (Patrick Lapp), un técnico de la radio, ya cercano a la jubilación, que jamás se despega de la Combi donde lleva sus adminículos y que es el más eficiente del trío. A medida que recorren diferentes pueblos de Portugal descubren que la ayuda dada por el gobierno no es nada interesante como noticia, no va más allá de la donación de un reloj, u otros detalles muy poco importantes; como si eso fuera poco, los entrevistados son bastante reacios a hablar, y si hablan, no tienen nada interesante para decir. Ya con pocas ganas de seguir adelante, algunos roces entre los periodistas, y sin saber de donde sacar una noticia, el trío suma un nuevo integrante, Pelé (Francisco Belard), un joven que oficiará de traductor. El cuarteto vuelve entonces a Lisboa creyendo que ya no hay nada por hacer, y al llegar se chocan de frente con la Revolución de los Claveles, con la noche en la que todo cambio en Portugal; es allí donde la historia pega un vuelco, y estos aburridos periodistas recorren las calles, cada uno por su lado, experimentando cosas que nunca habían vivido, y que con el tiempo se transformarán en una gran noticia. Lo que comienza como una especie de road movie periodística se transforma en el relato de cuatro personas diferentes, viviendo una situación tan excitante como inesperada, siempre en clave de humor. Pero el humor que tan bien funciona al principio de la historia, ya no divierte tanto después de una hora, sobre todo teniendo en cuenta que sobre la Revolución de los Claveles se podrían decir o mostrar cosas más interesantes, pero estos correctos suizos lo viven más como una experiencia de drogas y libertad sexual que como un hecho político. Tanto las actuaciones como la reconstrucción de la época están muy bien logradas en esta comedia original, bien planteada, pero que teniendo en cuenta su contexto, podríamos esperar un poco más de ella.
Del realizador suizo Lionel Baier, es una apuesta a la frescura, el delirio y la nostalgia poderosa de un grito de libertad. Una película de cambios con una periodista feminista, un corresponsal de guerra con problemas de memoria y mucho ego, un operador a punto de jubilarse y un joven traductor. Tienen que trabajar una nota aburrida y se cruzan con la revolución de los claveles en Portugal. Música, bailes, malentendidos con el idioma, encuentros con la esperanza, algunos pasos en falso o repetitivos, pero distinta y arriesgada.
Revolucionarios mediáticos La Gran Noticia, tiene como eje La revolución de los Claveles, que tuvo lugar en Portugal durante la década de los 70, donde tres intrépidos periodistas cubrirán el suceso, en el que desembocarán las situaciones de lo más sexuales (lesbianismo, homosexualidad, bisexualidad y orgías, son algunas situaciones del paquete). Una producción de Portugal, con colaboración de Suiza y Francia, donde se combina el género road movie con comedia trágica. El director Lionel Baier, a quien se lo pudo conocer con films como Un autre homme o Como los ladrones (Al este) sabe jugar con estos géneros y da como resultado una película satírica que resulta simpática y a diferencia de muchas de este género, esta ofrece muy buenos mensajes que detallaré a continuación. La historia empieza casi seria -cuando el espectador sabe que la misma no puede tomarse como tal-, hasta que se van presentando los protagonistas que irán a la aventura por cumplir el pedido de su jefe. Sin embargo, ellos buscarán otra forma de informar y aquí se pone en jaque la ética periodística. Los personajes encargados de obtener esta gran noticia son: una joven periodista que ansia con obtener mayor popularidad (Julie, Válerie Donzelli), un camarógrafo que ama a su camioneta VW como si fuera su esposa (Bob, Patrick Lapp) y un periodista reconocido que está en decadencia (Cauvin, Michel Vuillermoz). A ellos se sumará un joven fanático de Marcel Pagnol, que oficiará de traductor de francés (Pelé, Francisco Belard). Esta road movie explora la evolución y el autodescubrimiento de los personajes, además de situaciones de lo más desopilantes como la que se dan en los momentos finales en plena revolución, la cual incluye un musical en medio de la persecución. Una excelente escena desde que comienza hasta que finaliza la música. Más allá de los toques de comedia que se desarrollan en los 85 minutos que dura el film, se explora también la profesión del periodista, lo difícil y costoso que es obtener una noticia, pero pese a las detracciones por muchos acerca de esta profesión la cual empatizo, que no es para cualquiera y solo los buenos no son los que hacen lo que les piden sino que buscan una diferencia con respecto a informar. La Gran Noticia es una excelente comedia retro que no puede pasar desapercibida y tras una oleada de films hollywoodenses que estamos acostumbrados a ver, esta tiene lo suyo también y de seguro no saldrán defraudados.
Pequeño pero intereantísima película: un grupo de reporteros de la TV suiza va a Portugal por un reportaje anodino y se encuentra con la Revolución de los Claveles, un momento clave en la Historia europea. La mirada de la historia grande desde el llano, así como las relaciones con el periodismo, se ven a trasluz sutil en esta comedia que dice mucho más de lo que aparenta mostrar.
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El 25 de abril de 1974, los portugueses salieron a la calle a celebrar el fin de una dictadura que se había mantenido en el poder por más de 40 años. Esa noche, conocida por la Revolución de los Claveles, puso fin al Estado Novo. Una nueva era comienza y esas grandes olas del oeste se expanden a los países vecinos. Previo a estos días, uno cuarteto recorre las rutas de Portugal para conseguir entrevistas radiales en aquellos lugares y personas donde se demuestre la ayuda que Suiza aportó al país. Este grupo está formado por Joseh Cauvin y Julie, ambos periodistas; Bob, el técnico (ellos tres suizos) y el joven portugués Pelé (narrador de la película), soñador y amante de la obra de Marcel Pagnol. Apiñados en una combi VW y con deseos de volver a Francia sin ningún registro sonoro, son testigos del levantamiento militar, un hecho liberador donde se hace el amor y no a la guerra. En las calles se siente al pueblo unido y jamás será vencido. El suizo Lionel Baier, dirige con tono liviano y entretenido La Gran Noticia, mezclando algún cuadro musical con imágenes documentales. Centralizada desde el ámbito radiofónico, lo más destacable de la película es su banda sonora, por allá un Volver de Carlos Gardel o un fado, auténtica música portuguesa, capaz de trasmitir en su canto el pesar de un pueblo. La Gran Noticia es una película narrada desde Portugal, la liberación de un país, del regreso de los exiliados. Pero también están aquellas comedias como Portugal Mon Amour (La Cage Dorée), el otro lado de la historia que relata la vida de una familia que abandona su país para resguardarse en Francia y mantenerse allí hasta que todo pase.
Sostiene Pereyra Este es uno de esos filmes que reconcilian con el acto de pasar un rato agradable dentro de una sala cinematográfica, pero que al salir, y no inmediatamente, el espectador se da cuenta que no fue un entretenimiento vacuo, sino que hay una idea, una mirada sobre la sociedad actual, que el director quiere demostrar tal cual una hipótesis, sostenida desde un pasado reciente, en términos de historia de la humanidad. El relato se centra en tres personajes, dos periodistas y un camarógrafo, que viajan desde Suiza a Portugal, donde se les sumara un joven nativo que habla muy bien francés, todo con el objetivo de poder registrar cuáles son los beneficios que obtienen ese país ayudado permanentemente por la siempre neutral nación de los relojes y los chocolates. La historia esta ubicada temporalmente en 1974, en el momento que se produce la “Revolución de los Claveles”, el 25 de abril, que puso fin a la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar desde 1926, de la que nuestros héroes serán algo más que testigos. La historia comienza cuando esos tres personajes son presentados entre si y enviados hacia esa misión periodística. Posiblemente ese primer tercio sea el menos importante en cuanto a logros de estructura narrativa o en relación al relato, pero si cobra importancia en la presentación de los personajes y en el tono que utiliza el director para hacerlo, ya que el mismo tono se mantendrá a lo largo de todo el metraje, resultando ser una muy buena combinación derivada en comedia dramática. Tanto desde los sucesos que acaecen en esa realidad como los actos que producen los personajes y sus derivaciones, podría hasta sintetizarse diciendo que haber sido testigos de esos cambios sociales en Portugal les modifico el futuro individual soñado, lo que es sostenido por ellos desde una mirada ética y una postura moral. A Lionel Baier, “La gran noticia” parece serle de utilidad y de vital importancia para decir lo que tiene que decir, poder centrarse en una época en la que parte de Europa comenzaba a lograr la anhelada libertad de palabra a partir del derrocamiento de las dictaduras. Recordemos que Francisco Franco moriría el 20 de noviembre de 1975, casi como un mostrarnos que esos logros se han ido perdiendo, pero ahora en manos de una dictadura económica. En relación al texto fílmico, el mantenimiento en tono de comedia, con el entrecruzamiento con otros géneros cinematográficos, especialmente secuencias narradas desde el genero del musical que demostraría, con el riesgo que eso conlleva, la intención de poder expresar a partir del humor lo irónico, lo sarcástico, lo burlesco, por momentos muy Taif, temas como la libertad, los sueños mancomunados y los personales puestos en juego que abordados de otra manera podrían caer en la tragedia muy fácilmente, como decía Tato Bores, …“Lo cual sería un chiste si no fuera una joda grande como una casa”… Claro que el plus con la que cuenta la producción, además de un guión claro y directo, son las actuaciones configurando un cuarteto con muy buena química, pero mejor ajuste y afinación, lo que ya es logro del director.
La palabra “revolución” parece tener una musicalidad especial si se pronuncia en perfecto francés y más aún si nos situamos en los acalorados años setenta. La gran noticia es el último filme de Lionel Baier, un prolífico realizador suizo comprometido con las causas sociales. En este caso, presenta una comedia con matices localistas que retrata la expedición periodística de tres colegas quienes deben viajar a Portugal para indagar sobre la realidad de sus compatriotas inmigrantes en tierras lusitanas. El equipo designado está integrado por tres personajes muy heterogéneos entre sí. Una férrea feminista supersticiosa (Valerie Donzelli), un técnico en sonido próximo a jubilarse (Patrik Lapp) y un experimentado periodista que está comenzando a perder la memoria (Michel Vuillermoz). El cuarto integrante es un portugués que comprende francés quien será contratado como intérprete. El triángulo se vuelve cuadrado, y amalgamado en la dinámica grupal, Pelé (Francisco Belard) abandona su virginidad y se enfrenta a la primera gran desilusión al enterarse del fallecimiento de su director preferido. La misión es clara pero los avatares de la convivencia en grupo, sus notables diferencias y la nula información sobre el tema pedido, obligan a los periodistas a cambiar de rumbo y comenzar a vivir sus propias experiencias. Situación que se verá fuertemente incrementada por el estallido de la Revolución de los claveles. La investigación amenazada de muerte frente al albor de los aires revolucionarios, despierta en cada uno de los personajes un sentimiento profundo de cambio interno. El setentoso flower power, la bandera del amor libre y la liberación mental son las bases que sientan el comienzo del cambio. El trabajo ya es anécdota y lo que importa ahora es la vivencia de la experiencia personal. La gran noticia es una comedia europea que con un ritmo propio y un humor sutil, logra momentos de comicidad intelectual pero que se desvanecen lentamente hasta desaparecer por completo. La sucesión de acciones se torna previsible lo que genera un largo trayecto hasta el desenlace. Con exacta y pertinente ambientación, pero sin mucho que contar más que algunas reivindicaciones al género femenino y algún elemento nostálgico, la película decanta por su propio peso. Salvada por la impecable actuación de Donzelli, no todo parece ser tan negativo. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
Revolución, noticias y sexo en la rutas de Portugal En Suiza hay democracia, paz y amor fraternal desde 500 años. ¿Cuál fue su mejor invento? El reloj Cucú – Harry Lime (Orson Welles, “El Tercer Hombre”) Abril de 1974. Julie Dujonc-Renens, una joven periodista suiza que tiene un programa feminista es elegida para cubrir el desarrollo de la tecnología inventada por los científicos de su país y donada a los portugueses para mejorar la comunicación entre ambas naciones y de paso demostrar al pueblo el trabajo del gobierno. En esta aventura la acompañará Joseph Marie Cauvinun legendario periodista, bastante misógino, solitario, contraste natural de Julie y con fama de mal carácter. El trío se completa con el conductor de la van en la que se trasladan y técnico del programa de radio, Bob. Basada en hechos reales, La Gran Noticia es el nuevo film de Lionel Baier, director de Un Autre Homme. Ambos films fueron exhibidos en diferentes ediciones del BAFICI. Sin embargo, mientras que Un Autre, era una suerte de comedia romántica satírica sobre el mundo de los críticos (mezcla de Hong Sang Soo y la película de Hernán Guerschuny con estética blanco y negro y remitiendo a la Nouvelle Vague), este nuevo film es una agradable road movie que atraviesa todos los lugares comunes y previsibles de este tipo de historias. Con humor y momentos emotivos, Baier nos introduce a través de los ojos de los personajes en la Revolución de los Claveles que terminó con la caída del dictador Salazar. Más allá de cierta previsibilidad en los eventos que se van a desencadenar, el encanto de La Gran Noticia pasa por el carisma de los tres protagonistas y la desinhibición sexual de cada uno, lo que es bastante infrecuente para una comedia de estas características (no tanto en Europa, pero sí en el nuevo continente). Baier critica la política neutral suiza con ironía demostrando la pasividad de los suizos en conflictos internacionales y la manipulación de los medios de comunicación a través de la intervención de organismos políticos y gubernamentales. Si los medios solo pasan lo que el estado desea que pasen, la libertad de expresión se ve coartada, sin importar si se trata de un gobierno democrático o no. Mientras que los portugueses envidian la democracia suiza, los suizos envidian el poder de los portugueses para expresarse pacíficamente y cambiar el régimen de su país. Valerie Donzelli, Michel Vuillermoz y Patrick Lapp, con el aporte del joven Francisco Belard como Pelé, un campesino fanático de Marcel Pagnol que se suma al viaje como guía y traductor, conforman un elenco con bastante dinamismo y química, para sostener un relato convencional y pero vistoso, simpático que rememora un hecho histórico pocas veces revisitado por la historia del cine.
UN TOUR ESTEREOTIPADO Abril de 1974. Dos periodistas de Radio Suisse Romande son enviados a Portugal. Acompañados por Bob, un técnico al que le falta poco tiempo para jubilarse, y su inseparable Volkswagen. Ellos deberán hacer un informe sobre la ayuda de Suiza a este país, y la realidad de los trabajadores suizos emigrados a esta tierra. Pero cuando llegan, después de algunos tironeos, Portugal vive las primeras horas de la Revolución de los Claveles que destronó la dictadura de Salazar. ¿Cómo se vive la revolución? La respuesta no viene de Lisboa sino de un terceto de personajes suizos (periodistas, técnicos) a los que en la segunda mitad del film se les sumará un joven portugués que habla francés. Un film antiguo, lleno de subrayados, farsesco, tonto, con algunas escenas de la revolución que dan pena, con bailes y travesuras muy gastadas, con personajes que parecen salidos de un sainete crepuscular y una historia pesada y postiza sobre la responsabilidad profesional, el amor libre, los sueños de libertad. Un film que deja mal parado no sólo al buen cine, sino a los portugueses (retratados como unos bobos ingenuos) y a los suizos, caprichosos y sin gracia. Hasta el pobre Gardel cae en la volteada: se escucha un tango y un personaje se lo adjudica al Morocho del Abasto. Tampoco eso es cierto.
Un viaje que atraviesa varias fronteras Lionel Baier es un joven director nacido en Suiza y admirador de Lubitsch y Tati, impronta humorística que trata de aplicar a su film “La gran noticia”, una realización que ha trascendido el ámbito de los festivales de cine donde Baier es más conocido. La historia está ambientada en 1974 y cuenta el viaje que realiza un equipo de periodistas suizos a Portugal. Son periodistas de radio y van con la misión de entrevistar a instituciones que reciben donaciones de su país y también a residentes de esa nacionalidad en el país ibérico, para promocionar el plan de ayudas del gobierno helvético. Con ese fin viajan Julie (Valérie Donzelli), una periodista feminista y con ambiciones, Joseph (Michel Vuillermoz), un corresponsal de guerra, y el técnico Bob (Patrick Lapp). Baier intenta recrear el espíritu setentista en esta suerte de road movie que mientras va desnudando la personalidad íntima de los protagonistas, obligados a convivir varios días por razones de trabajo, va mostrando una pintura de la época en uno de los países europeos que todavía, en ese entonces, estaba sumido en guerras coloniales. Una de las primeras dificultades que encuentran en territorio portugués es la barrera idiomática, problema que resuelven sumando un intérprete al equipo, el joven Pelé (Francisco Belard), quien habla correctamente el francés, lengua oficial de la cadena radial a la que pertenece el grupo de reporteros. Otros de los contratiempos o detalles que dificultan la tarea tienen que ver con situaciones tragicómicas o grotescas, ya sea porque las ayudas suizas recibidas son casi insignificantes y algunas veces irrisorias, o porque los personajes a entrevistar manifiestan una ideología recalcitrante con una mezcla de racismo y fascismo desopilante. En medio de ese ir y venir por caminos rurales, la cámara de Baier va mostrando un cuadro social donde la pobreza se mezcla con cierta cerrazón cultural, con un atraso evidente respecto de los países centrales de Europa. En su viaje, los periodistas se alojan en humildes posadas en aldeas remotas, o bien duermen directamente a la intemperie, en campamentos improvisados. Y precisamente, en medio de uno de esos caminos perdidos, se enteran casi por casualidad de que el país que están visitando está en revolución. Es el día 25 de abril de 1974, fecha que estalla la denominada Revolución de los Claveles, hecho histórico que marca el fin de la dictadura salazarista que dominaba el país desde 1926. El fin de ese régimen, conocido como Estado Novo, permitió que las últimas colonias portuguesas lograran su independencia tras una larga guerra colonial contra la metrópoli y que Portugal mismo se convirtiera en un Estado democrático de derecho liberal. Este hecho inesperado cambia los planes del equipo periodístico, aun cuando tenga que rebelarse contra las órdenes impartidas por sus jefes desde Suiza, quienes son renuentes a los temas políticos conflictivos y prefieren las notas de color. Pero el estallido popular que se hace dueño de las calles es tan desbordante que atrapa a los cronistas, quienes terminan mezclándose y hasta intimando con los revolucionarios, en una serie de situaciones que rayan muchas veces en el humor sarcástico, aunque cariñoso, por decirlo de alguna manera. La película de Baier es un homenaje nostálgico a una década del siglo XX que fue clave en la historia de Occidente, por los movimientos revolucionarios que tuvieron lugar en distintos países y también por el espíritu libertario que caracterizó a la juventud de la época y a las clases trabajadoras. Y aunque por momentos es un tanto caótica y hasta desprolija, la propuesta es simpática, con una mezcla de ingenuidad y crítica ácida al mismo tiempo.
4 y el camino El título original en francés de esta película es Les grandes ondes. "Ondas" que refieren, en principio, a las de una radio Suiza, la que envía a los tres movileros protagonistas a cubrir –en tono complaciente preferentemente– la ayuda económica que la Confederación Suiza da al Portugal de la dictadura salazarista. Es el año 1974 y Salazar ya ha fallecido, pero el régimen sigue su inercia, ya en sus últimos estertores. Es entonces que los corresponsales enviados a cubrir asuntos absolutamente intrascendentes llegan, por una gran casualidad del destino, justo cuando tiene lugar la histórica Revolución de los Claveles. Ser atrapados y envueltos por ella, supone una aventura atípica y, también, una posibilidad única de cubrir una noticia de crucial importancia. Las grandes ondas también podrían ser las que provienen del Oeste; las de la revolución socialista que se extiende y llega hasta el otro extremo de Europa. No es un detalle menor el papel fundamental de la radiodifusión cuando la Revolución de los Claveles, ya que en su momento álgido fueron transmitidas varias canciones revolucionarias a través de emisoras nacionales. También hubo, por parte de los líderes militantes sublevados, llamamientos radiofónicos a la población, instándolos a mantenerse a cubierto y difundiendo noticias. De ahí el papel de estas "grandes ondas" en un momento en que la radio era uno de los medios prominentes de comunicación masiva. Con ese talento tan propio de los mejores cineastas de la comedia europea, se plantea una suerte de road movie a bordo de una combi Volkswagen, vehículo tipicamente asociado a la bohemia hippie. La construcción de personajes es notable y, aunque quizá se recurra un poco a estereotipos, estos comienzan a crecer permitiendo asomar vetas emotivas y humanas. Se apela a la cita nostálgica, a un notable humor basado en tintes localistas y el choque cultural, a los diálogos coloquiales, a las situaciones absurdas que permiten entrever un sarcasmo constante. El equipo designado se compone de una feminista radical (Valérie Donzelli, directora y protagonista de Declaración de guerra), un técnico de sonido al borde del retiro y un periodista consagrado que sufre una progresiva pérdida de la memoria (Michel Vuillermoz). Al cuarto integrante lo encuentran por el camino y es un muchacho portugués que aprendió francés viendo películas de Marcel Pagnol, su ídolo y referente, y comienza a oficiarles de intérprete. El encuentro con la revolución llevará a los cuatro a vivir una experiencia de liberación, embelesamiento, amor libre y flower power. El principal blanco para los dardos críticos del director helvético Lionel Baier es la propia idiosincrasia Suiza, siempre abrazada a su neutralidad; los encargados de los medios temen por el contenido de sus transmisiones, conformándose siempre con la medianía más mediocre y un autobombo nacional que poco tiene para festejar y de lo que enorgullecerse. Especialmente hilarante es la escena en que la protagonista hace una entrevista a un racista recalcitrante, dueño de una planta purificadora de agua construida con fondos suizos. Por supuesto, sin que finalmente puedan transmitir una palabra.