La gran noticia

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Un viaje que atraviesa varias fronteras

Lionel Baier es un joven director nacido en Suiza y admirador de Lubitsch y Tati, impronta humorística que trata de aplicar a su film “La gran noticia”, una realización que ha trascendido el ámbito de los festivales de cine donde Baier es más conocido.

La historia está ambientada en 1974 y cuenta el viaje que realiza un equipo de periodistas suizos a Portugal. Son periodistas de radio y van con la misión de entrevistar a instituciones que reciben donaciones de su país y también a residentes de esa nacionalidad en el país ibérico, para promocionar el plan de ayudas del gobierno helvético.

Con ese fin viajan Julie (Valérie Donzelli), una periodista feminista y con ambiciones, Joseph (Michel Vuillermoz), un corresponsal de guerra, y el técnico Bob (Patrick Lapp).

Baier intenta recrear el espíritu setentista en esta suerte de road movie que mientras va desnudando la personalidad íntima de los protagonistas, obligados a convivir varios días por razones de trabajo, va mostrando una pintura de la época en uno de los países europeos que todavía, en ese entonces, estaba sumido en guerras coloniales.

Una de las primeras dificultades que encuentran en territorio portugués es la barrera idiomática, problema que resuelven sumando un intérprete al equipo, el joven Pelé (Francisco Belard), quien habla correctamente el francés, lengua oficial de la cadena radial a la que pertenece el grupo de reporteros.

Otros de los contratiempos o detalles que dificultan la tarea tienen que ver con situaciones tragicómicas o grotescas, ya sea porque las ayudas suizas recibidas son casi insignificantes y algunas veces irrisorias, o porque los personajes a entrevistar manifiestan una ideología recalcitrante con una mezcla de racismo y fascismo desopilante.

En medio de ese ir y venir por caminos rurales, la cámara de Baier va mostrando un cuadro social donde la pobreza se mezcla con cierta cerrazón cultural, con un atraso evidente respecto de los países centrales de Europa.

En su viaje, los periodistas se alojan en humildes posadas en aldeas remotas, o bien duermen directamente a la intemperie, en campamentos improvisados. Y precisamente, en medio de uno de esos caminos perdidos, se enteran casi por casualidad de que el país que están visitando está en revolución.

Es el día 25 de abril de 1974, fecha que estalla la denominada Revolución de los Claveles, hecho histórico que marca el fin de la dictadura salazarista que dominaba el país desde 1926. El fin de ese régimen, conocido como Estado Novo, permitió que las últimas colonias portuguesas lograran su independencia tras una larga guerra colonial contra la metrópoli y que Portugal mismo se convirtiera en un Estado democrático de derecho liberal.

Este hecho inesperado cambia los planes del equipo periodístico, aun cuando tenga que rebelarse contra las órdenes impartidas por sus jefes desde Suiza, quienes son renuentes a los temas políticos conflictivos y prefieren las notas de color.

Pero el estallido popular que se hace dueño de las calles es tan desbordante que atrapa a los cronistas, quienes terminan mezclándose y hasta intimando con los revolucionarios, en una serie de situaciones que rayan muchas veces en el humor sarcástico, aunque cariñoso, por decirlo de alguna manera.

La película de Baier es un homenaje nostálgico a una década del siglo XX que fue clave en la historia de Occidente, por los movimientos revolucionarios que tuvieron lugar en distintos países y también por el espíritu libertario que caracterizó a la juventud de la época y a las clases trabajadoras. Y aunque por momentos es un tanto caótica y hasta desprolija, la propuesta es simpática, con una mezcla de ingenuidad y crítica ácida al mismo tiempo.