La gran muralla

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Hollywood y China unen fuerzas y recursos para esta superproducción dirigida por el realizador de films como Sorgo rojo, Esposas y concubinas, La maldición de la flor dorada y Regreso a casa.

La gran muralla no es una gran película, pero igual pasará a la historia. Claro que lo hará por cuestiones que trascienden la pantalla rectangular: a fin de cuentas, se trata de un film angloparlante del reputado realizador chino Zhang Yimou (La casa de la casas voladoras) y debut de la productora Legendary East (filial de Legendary Pictures instalada en China con el objetivo de coproducir con otras compañías de aquel país).

La acción se sitúa sobre la emblemática muralla que en sus años de gloria alcanzó los 9.000 kilómetros de extensión. Lo que hace el film es ilustrar una de las leyendas sobre los motivos de su construcción: una horda de reptiles gigantes que, cada sesenta años, amenaza con destruir el poderoso imperio. William (Matt Damon) y su amigo Tovar (Pedro Pascal) son dos mercenarios que, ante la evidencia de haber combatido a uno de esos invasores, son recibidos por los soldados defensores (encabezados por una troupe de estrellas locales como Andy Lau, Zhang Hanyu y Eddie Peng).

La cuestión es que ambos son expertos en el arte del arco y la flecha, y toda mano extra es muy bien recibida para el combate. Pero ellos tienen otro plan: esperar un descuido ajeno y huir del lugar munidos con una buena cantidad de pólvora, elemento que en esos años amenazaba con cambiar el curso de las guerras.

El film ha recibido varias críticas por la idea de que el gran salvador es un “hombre blanco”. Es cierto, como también lo es que el personaje de Damon proviene de un no lugar, alguien que se ufana de haber recorrido el mundo, pero que nunca manifiesta un origen concreto. En ese sentido, La gran muralla ofrece menos una lectura política que una hora y media de batallas, algunos atisbos de romanticismo y una serie de tomas (eso sí, digitales) imponentes y construidas con un gran sentido del espectáculo.

El problema es justamente ese, que el desembarco “oficial” de China -ya había tenido participación importante tanto en la financiación como en el relato de Transformers 4 y Kung Fu Panda 3, entre otras- en el cine de aspiración global replica casi todos los cánones de los tanques norteamericanos. La gran muralla es, entonces, un film entretenido, correcto y sumamente eficaz a la hora de puntear las cuerdas emocionales del espectador. Las particularidades, más allá de la apelación a elementos de la cultura fundacional china, quedarán para otra ocasión.