La gran aventura LEGO 2

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Juegos de hermanos

Aquí, en medio de una catarata interminable de publicidad de juguetes y de referencias a series y films como La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) y las sagas de Mad Max, Star Wars, Volver al Futuro (Back to the Future), Titanes del Pacífico (Pacific Rim) y muchas otras, hay una película, pequeña, sobria, con un mensaje familiar de hermandad y concordancia para los niños y sus padres.

Desde hace muchos años las compañías de juguetes, especialmente de figuras de acción, descubrieron que sin una película o una serie animada, es difícil vender. Así nacieron las series de He-Man, Transformers, GoBots y muchas otras, a partir de un juguete y una necesidad de venderlo. En el caso de Lego las películas parten de un intento de expandir el mercado de piezas para armar, en el que desde hace mucho tiempo la marca prevalece, a partir de su incursión en la combinación de las icónicas piezas con figuras paradigmáticas de la cultura popular cinematográfica.

La Gran Aventura Lego 2 (The Leo Movie 2: The Second Part, 2019) comienza donde termina la primera parte, con la llegada de Bianca, la hermana del niño que juega fanatizado con los lego, Finn, y las peripecias que esto genera en términos lúdicos para ambos niños y para el fantástico mundo Lego. Tras la guerra contra el Señor de los Negocios, símbolo del padre interpretado por Will Ferrel, pequeños legos rudimentarios, creaciones de Bianca, aparecen en el mundo Lego de Finn y así comienza una guerra entre ambas generaciones. Años después de las incursiones de los monstruos, el mundo Lego de Finn se ha transformado en una tierra devastada, una distopía apocalíptica, en la que solo Emmet Brickowski (Chris Pratt) mantiene la esperanza y el buen humor. La llegada de una nave alienígena, el secuestro de sus amigos, el encuentro con un renegado, Rex Dangervest, y el enfrentamiento con el ecosistema de la hermana del niño transforman el temple de Emmet para poder afrontar la peligrosa aventura pero como siempre, no todo es lo que parece.

En esta oportunidad Phil Lord y Christopher Miller se mantienen como guionistas en una historia creada junto a Matthew Fogel, pero ceden la dirección a Mike Mitchell, responsable de Trolls (2016) y Shrek Forever After (2010). Mitchell realiza una labor aceptable en un film demasiado vertiginoso que promueve la hiperactividad y hace aún más hincapié que la película anterior en la marca y en las posibilidades de adaptación de las piezas en juguetes para todas las edades.

Si la base de todos los juegos es la imaginación y la posibilidad de creación, la marca apela más bien a la creación dirigida, a la incentivación más que a la ilusión, a la fidelidad a un producto más que al juego, y a la sujeción al mundo Lego más que a la inmersión en la fantasía individual o colectiva.

La contraposición del mundo de los juguetes con el mundo real, que fue una apuesta muy fuerte de la primera película, aquí funciona como un elemento demasiado disruptivo que no permite adentrarse en la ficción y los chistes no siempre funcionan, aunque la resolución de todo el relato es bastante buena. A pesar de algunos buenos chistes y de un certero trabajo vocal de los actores, La Gran Aventura Lego 2 no logra convencer con una historia demasiado centrada en referencias para los padres y una voluntad demasiado expuesta de vender más y más, de crear una necesidad por sobre la ponderación de los valores humanos. En este caso, son algunos detalles que en la primera parte habían sido resueltos de forma correcta los que tiran abajo esta nueva entrega de las famosas piezas de colores que pretenden simbolizar el sueño americano de la familia feliz y exitosa que compra juguetes de marca para la felicidad de sus hijos, iniciados desde temprano en las prácticas del consumismo sin freno.