La gran apuesta

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

El signo de los tiempos

Basada en hechos reales, La gran apuesta relata la especulación durante el fraude hipotecario de 2008 en Estados Unidos, con un elenco de estrellas.

Una voz en off comienza el relato que durante La gran apuesta va ganando velocidad, a medida que se suman los personajes. El director Adam McKay logra compactar en 130 minutos la tragedia de los ahorristas estadounidenses, estafados por los bancos de ese país en 2008, el huevo de la serpiente que comenzó a moverse en 2005. La película presenta a los agentes de bolsa que vieron venir el tsunami tres años antes.

La gran apuesta ofrece mucha información específica, transmitida en un esfuerzo de comunicación con diferentes recursos. La voz que explica, que corresponde a Ryan Gosling, aporta datos; Mark, el personaje de Steve Carrell, es quien hace los cuestionamientos éticos y morales ante el flujo de dinero ajeno que un día se evapora sin explicación; el excéntrico Michael Burry (Christian Bale), mastica variables y descubre el engaño cuando nadie podía imaginar la catástrofe que dejó a millones de personas sin trabajo, casa, ahorros ni fondos de jubilación. Y Ben, el enigmático (Brad Pitt) juega como el outsider de ese mundo que abandonó porque no soportó el hedor.

El acierto de la película está en el modo de contar la historia reciente, documentada, y recordada por el efecto colateral que tuvo en otros países (Grecia, España, entre otros). Para el gran público es una oportunidad de conocer a fondo la maniobra de los bancos, las complicidades del mundo financiero y la voracidad con que se ejecutaron las hipotecas, planteadas desde el comienzo, inviables.

El director alega en contra de la farsa de Wall Street y reflexiona sobre el imaginario del ciudadano estadounidense ciego ante un sistema que le soltó la mano. Adam MacKay arma un falso documental, basado en hechos y personajes reales, con algo de reality y en constante apelación al público. Los personajes miran a la cámara y se expresan como si estuvieran filmando una conferencia en torno al mundo financiero y sus bajezas.

Steve Carrell se destaca en la composición de Mark, el indignado, mientras Gosling mantiene el equilibrio en la creación de un personaje que por momentos lleva la carga de la información (la escena en su oficina con el equipo de Mark es un momento de comedia estupendo). Por su parte, Bale, como el tipo aislado del mundo que supo verlo con nitidez, queda algo forzado, actuando las rarezas de Mike. John Magaro (Charlie) y Finn Wittrock (Jamie) forman la dupla de pícaros jóvenes que comienzan en el negocio y llegan a las mismas conclusiones que sus pares experimentados. “Creí que vería adultos”, dice uno de ellos cuando entra a una corporación desierta tras la estampida.

Con imágenes frenéticas de videoclip y la adrenalina que recuerda a El lobo de Wall Street, la película toma el cauce de la denuncia, el registro de una etapa que golpeó a los ciudadanos en su buena fe.

La frase inicial de Mark Twain plantea el tono de la comedia ácida, con dosis de cinismo: “Lo que te mete en problemas no es lo que no sabes, sino, lo que crees saber”. La paz americana se quiebra pero unos pocos lo descubren y los involucrados no están dispuestos a escuchar. La película describe la “burbuja” que acompañó el fraude hipotecario, rematando el guion con la frase: “La verdad es como la poesía. La mayoría de la gente odia la poesía”. La edición de Hank Corwin no da respiro, en tanto la fotografía de Barry Ackroyd superpone rostros y ambientes en la cuenta regresiva. Quizás cuesta entrar a la lógica durante los primeros minutos de película pero después vale la pena dejarse llevar por las evidencias del guion basado en el libro de Michael Lewis.

La gran apuesta es también un aporte del cine a la posibilidad de generar masa crítica en los espectadores que quieren estar alerta.