Graduación

Crítica de Yaki Nozdrin - Visión del cine

Haciendo foco en las relaciones familiares y en la ética y la moral, el rumano Cristian Mungiu (Más allá de las colinas) presenta Graduación, una película por la que ganó el premio a mejor director en el Festival de Cannes.
Romeo (Adrian Titieni) es un médico de aproximadamente 50 años que vive con su mujer y con su hija. Todo parece ir encaminado hasta que un día la joven sufre un intento de violación en la calle. Luego del ataque, Romeo se verá envuelto entre los límites de lo ético y lo moral para que su hija pueda rendir los exámenes que le aseguran la beca para una prestigiosa universidad.

Graduación juega constantemente con los opuestos. A simple vista Romeo parece tener una vida perfecta: una familia unida, un buen trabajo y una hija que está a punto de recibirse con un promedio excelente. Finalmente, nada es lo que parece: su matrimonio está perdido, su madre se encuentra enferma y su hija tiene planes diferentes para su futuro.

Mungiu propone una fotografía fría y distante, muestra una Rumania sombría, tenebrosa, carente de felicidad. Este tono tétrico va de la mano con la apatía que genera Romeo: un padre que parece más preocupado porque su hija apruebe los exámenes (sin importar cómo), que por el amor y la contención que ella podría necesitar luego de un intento de violación.

Por momentos el guion se vuelve algo reiterativo y cansa. Las situaciones, lejos de tomar caminos diferentes, desencadenan en el mismo lugar. A pesar de esto funciona a la hora de mostrar la realidad que se esconde atrás de muchas familias que a simple vista parecen perfectas.

¿El fin justifica los medios? todo indica que para Romeo sí. Pero para otros personajes, no. Graduación hace reflexionar acerca del bien y del mal y muestra que tan diferentes pueden ser los límites morales entre una persona y otra.