La gomera

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Complejo entramado para un Gran Hermano policial explosivo

Dependiendo del punto de vista que se mire a la humanidad, la maquinaria que la sostiene o la destruye está impulsada por el motor del amor, el deseo, el dinero y el poder. Trasladando esa premisa básica a la historia que transcurre entre dos países europeos el concepto es el mismo. Hay un amor no correspondido, muchos millones de euros en disputa ilegalmente obtenidos, mafias y policías corruptos, formando un complejo entramado en el que prevalecen las traiciones, desconfianzas, y también algunas muertes, todo salpicado por ciertas dosis de humor, registrado con las lentes de las cámaras de vigilancia. Porque el film está pensado, desde el punto de vista artístico, como si fuese un Gran Hermano policial. Los integrantes del elenco están siendo observados en todo momento y lugar, sean buenos o malos, aunque hay momentos en que no se sabe bien cuál es cuál.

Durante este cóctel explosivo que involucra a todos los personajes de la película dirigida por Corneliu Porumboiu, vemos a un policía rumano llamado Cristi (Vlad Ivanov), en apariencia bueno y honesto, que es contactado por la sensual e intrigante Gilda (Catrinel Marlon) para que libere a Zsolt (Sabin Tambrea) detenido por el robo de 30 millones de euros a una fábrica de colchones. Para eso, utilizando sus encantos, convence al policía de trasladarse a La Gomera, una de las islas que conforman las Islas Canarias. Allí, junto a otros mafiosos, le enseñan la lengua silbadora. Es decir, con un silbido especial, al estilo de código morse, se pueden construir palabras y comunicarse entre quienes la saben, para eludir los seguros controles.

La película se desarrolla en el presente, y continuamente vuelve al pasado para contarnos qué es lo que sucedió y porqué pasa eso en la actualidad. En cada escena ocurre algo importante que influye en la trama guionada. La música tiene un rol preponderante desde el comienzo, cuando suena un viejo y clásico rock de Iggy Pop, hasta varias óperas, que influyen notoriamente en el dramatismo y el suspenso de las acciones otorgándoles una espesura y atmósferas especiales.

La narración, pese a tener tintes del clásico cine negro, no respeta el acostumbrado relato lineal sino todo lo contrario, es como un rompecabezas y el espectador deberá estar atento a cada uno de los movimientos que hagan los intérpretes, incluso los de reparto, porque hay más de un bando pero todos quieren lo mismo, apropiarse y salvarse con la fortuna que está oculta y trae reminiscencias de antiguas costumbres argentinas.