La funeraria

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

“Decile a tu papá que se vaya de una buena vez”, le grita una visiblemente enojada Estela a su pareja Bernardo, dueño de una funeraria que funciona delante de la casa. El problema es que el papá de la discordia es una presencia fantasmagórica que deja señales con forma de sonidos o elementos que aparecen en lugares distintos al que los dejaron. Una convivencia de dos planos físicos (los vivos y los muertos) en una película que ensaya una maniobra similar, abrazando tanto los códigos del cine de terror psicológico como del terror sobrenatural.

Entre los “vivos”, la convivencia de Bernardo (Luis Machín) con Estela (Celeste Gerez) no es sencilla. A los problemas por la funeraria, se suma el pasado tortuoso de Estela y su hija, fruto de una relación violencia y traumática con una pareja anterior. Mientras Estela parece quedarse allí porque no tiene otro lugar adonde ir, la hija suplica para que la dejen mudarse con su abuela paterna. Todo empeorará a medida que los hechos sobrenaturales aumenten la escalada y enfrenten a la familia con varias pesadillas inimaginables.

Con un atendible recorrido internacional que incluyó un lanzamiento en la plataforma especializada Shudder y estreno en salas en varios países de Europa, Asia y Oceanía, la película de Mauro Iván Ojeda alcanza sus mejores momentos durante su primera mitad, cuando describe la dinámica diaria de esos tres personajes forzados a convivir tanto entre sí como con las presencias no terrenales. Una dinámica donde los diálogos al aire son moneda corriente, la rutina ofrece particularidades a priori inexplicables y la casa –lúgubre y misteriosa– funciona como caja de resonancias de sensaciones comunes que, sin embargo, nadie exterioriza.

La familia como núcleo de lo siniestro, los silencios enterrados como entidades maliciosas y la convivencia como catalizador son ideas mucho más interesantes que los caminos elegidos por Ojeda en el acto final, en el que la que aparición de una espiritista dispuesta a poner las cosas en orden encauza a La funeraria en los carriles más habituales de las películas con fantasmas dispuestos a cobrarse venganza.