La fuerza del amor

Crítica de Sabina Di Marco - Cine & Medios

La orquídea de acero

En principio, corresponde hacer un par de aclaraciones: si lo que los atrae como espectadores es ver "la nueva de Luc Besson", basados en otros films anteriores de este director francés como "Nikita", "El Quinto Elemento" o incluso otra biografía como "Juana de Arco", posiblemente se encuentren con una película que no es lo que esperaban ver. Y es que, sin ser algo malo, no se nota su firma personal.
Si en cambio lo que les atrae es el título local, esperando ver una película romántica, bueno tampoco es el caso. "The Lady" (La dama, tal su título original) es la biografía de Aung San Siu Kyi, una activista política birmana que luchó en forma pacifista por la democracia en su país (actualmente, República de Myanmar).
Ella (excelentemente interpretada por Michelle Yeoh) es la hija de un general demócrata asesinado en 1954 por partidarios del régimen que gobernaría ese país desde 1962. Por eso vivió mucho tiempo fuera de Birmania, en Inglaterra, y se casó con un inglés con quien tuvo dos hijos. La enfermedad de su madre la lleva a regresar a su país de origen en 1988, al que encuentra convulsionado por la violenta (asesinatos incluidos) represión a los estudiantes que manifestaban en contra del gobierno.
Desde allí parte Besson para contarnos la historia de esta mujer (si algo hay en común con el resto de su cine es que la protagonista sea una mujer de extraordinaria fortaleza espiritual), su lucha, y el enorme sacrificio que hace, como su familia, para sobrellevar la forzosa separación de su esposo, Michael Aris (el gran David Thewlis, en un doble papel), y sus hijos.
Si bien la película está narrada teniendo a la familia y los afectos como epicentro, Besson se cuida de mostrar muy bien el nivel de represión que padecen los habitantes birmanos, y, si bien no lo hace de forma dura, también señala cómo los países occidentales dan la espalda al pedido de ayuda, porque no les conviene económicamente.
La película es emotiva y está realizada con una gran calidad. Las locaciones birmanas son bellísimas, al punto que el prolongado arresto domiciliario de Siu, como la llaman todos, no resulta tan opresivo, aunque hay que reconocer que al total del film le sobran unos minutos que provocan la pérdida de algo de atención.
El resultado es un filme bien realizado, sobre una temática poco conocida y debatida en general en Occidente. Hacia el final, los carteles con las leyendas sobre lo que ocurrió luego de que se terminara de filmar, entre ellos el que reclama por los prisioneros políticos aún en cautiverio, manifiestan el nivel de compromiso de Besson con la causa de Siu y los suyos.