La forma exacta de las islas

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Los rastros de la pérdida

Un documental que aborda las Islas Malvinas, pero no sobre la Guerra, sino como un estudio topográfico del lugar.

"No es un filme acerca de la guerra” alerta La forma exacta de las islas. Y lo bien que hace este documental donde no hay aviones Pucará volando por debajo de la línea de radar, ni soldados argentinos sufriendo el frío inclemente. Lugares comunes al recordar el innecesario e injustificado conflicto bélico que duró 74 días en 1982.

Este documental con carácter de road movie esculpe minuto a minuto todas las rugosidades de un sitio condenado: las Islas Malvinas. Es como un estudio topográfico del lugar, que explora, se mete en las entrañas de un terreno hostil que parece retratar fantasmas que lo habitan. En esta ocasión deambulan en el tiempo, los recuerdos de 1982, un viaje en diciembre de 2006 (Julieta Vitullo, quien busca culminar su tesis doctoral -hoy libro- Islas imaginadas: La guerra de Malvinas en la literatura y el cine argentino) y el regreso de ella cuatro años después a “su lugar de pertenencia”.

En 2006, Vitullo se encontró de casualidad con Dacio Agretti y Carlos Enriori, dos ex combatientes argentinos que volvían a las islas 25 años después. Y su viaje cambió. Julieta comenzó un seguimiento de los hombres, entrevistándolos, registrando sus vivencias en un lugar cruzado por el dolor. O la sangre derramada por sus compañeros fallecidos que les hacen estallar lágrimas contra la piedra montañosa. Pura pérdida.

La forma exacta de las islas tiene un complejo hilo narrativo que trenza etapas (1982, 2006, 2010), dándole un vértigo temporal que pierde en claridad. Quizás éste sea su sello distintivo a futuro. Una, dos, tres secuencias sobre el cementerio, un paneo de las cruces y lápidas se observa como lo más trillado de un filme que no cae en el lugar común. Porque este documental apunta a descubrir cosas nuevas, profundas, inéditas.

Daniel Casabé y Edgardo Dieleke dirigieron la lograda Cracks de nácar (el del fútbol con botones) y se nota que saben sacarle el jugo a las pequeñas historias. Sin presionar desde un guión forzado, sino dejando que los personajes fluyan en su hábitat. Lo más logrado son los testimonios de isleños a los que Julieta entrevista en forma incisiva, sin temor a la respuesta difícil. El miedo ante la invasión argentina, por parte de los kelpers , aflora como un tren de confesiones. “La vida no es mejor acá, sólo es diferente”, dice uno de ellos.

El exceso en el uso de la voz en off, con una impronta que roza el dramatismo, le quita fuerza a un filme que suma desde el silencio. Y el viento en primera fila.