La forma del agua

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

Los enamorados en el mundo de Del Toro son aquellos que se hallan el uno al otro por fuera de la norma, como los outsiders que son. Al director mexicano siempre le ha interesado narrar relatos sobre criaturas extrañas, sobre personajes incomprendidos, distintos a lo entendido por “común”. Con The Shape of Water no hay excepción alguna y traduce el mundo de lo extraño a través de un lenguaje más extraño todavía: el del amor. La atracción y el cariño nacido entre Elisa (Sally Hawkins) y un anfibio dios elemental (Doug Jones).

Ella es muda, él un ser que no habla nuestra lengua, con dicha falta de elementos de comunicación lo que enlaza a la pareja protagónica se arma a través de las cercanías y los momentos compartidos entre sí que tan de manera mágica y clásica sabe construir Del Toro. Y es que de ello forma parte tanto lo bueno como lo malo de este film. La historia de amor contada se embebe constantemente del cine clásico, algo así como The Creature of the Black Lagoon de Jack Arnold pero edulcorada para los amantes del romanticismo.

La inclusión y mención de lo clásico en el film deriva en recursos utilizados para dar muestra de la cinefilia del director, como los films clásicos que ve constantemente Giles (Richard Jenkins), el amigo de Elisa que también es parte del grupo de los “diferentes”, al ser un hombre gay sin un amor correspondido. O el permitirse integrar a la historia una secuencia con tintes de musical clásico, algo que puede pecar de innecesario pero que termina obteniendo su lugar por la excelencia cinematográfica que maneja Del Toro.

Sin embargo, hay una necesidad latente a lo largo de todo el film de contar una bella historia apelando a elementos de estructura clásica y políticamente correctos que termina quitándole a la misma todo posible carácter sustancial. Allí donde la ausencia de la comunicación verbal era un acierto, termina siendo todo lo contrario la cantidad de adornos narrativos que colman al film. Una historia tal vez más preocupada por agradar a las masas que por posicionarse fervientemente con un discurso que escape a lugares comunes. Algo que de seguro le pueda asegurar todo tipo de premios de la industria pero que en búsqueda de un trasfondo no rebosa tanto de ello, como sí lo hace desde el aspecto visual de su arte.

Y no es que todo film precise brindar ello, pero la fuerte amalgama de los recursos mencionados termina asemejándose a un intento de búsqueda de pertenencia, de agradar de más cuando es innecesario. Y así también, se logra algo que atenta con el encanto de esa hermosa pareja que expresa su amor bajo el agua, el contar con una identidad que busque encajar con el resto sin aceptarse honestamente así misma. Lo que da por resultado una más que bella fantasía romántica que le da forma no solo al agua, sino también a los amantes que nadan en ella pero que no termina animándose del todo a nadar a fondo en sus profundidades.