La forma del agua

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Firmes candidatas a llevarse algunos de los principales premios, Tres anuncios por un crimen (Three billboards outside ebbing, Missouri, escrita y dirigida por Martin McDonagh) y La forma del agua (The shape of water, dirigida por Guillermo del Toro sobre guión escrito por el propio del Toro junto a Vanessa Taylor) cimentan su atractivo en estructuras demasiado calculadas. El film protagonizado por la gran Frances McDormand (sobre el que ya habíamos escrito aquí) manipula pizcas de drama, humor y violencia sin llegar a otra meta que la de ofrecer un divertimento intenso y eficaz, deslizando temas conflictivos mientras va desentendiéndose de los mismos. Con disposición de vodevil, empalma sorpresas sin que un sentido último las eleve hacia un fin noble. Algo similar ocurre con La forma del agua, cuyo eje parece una suerte de Amélie enamorada de uno de los humanoides de Avatar, en el contexto de la Guerra Fría en los años ’60. La gracia del film de del Toro depende de una serie de operaciones calibradas para gustar: personaje indefenso con pasado de desprotección (Sally Hawkins) enfrentado a seres malévolos (Michael Shannon) y contando con el afecto de amigos bonachones (Richard Jenkins, Octavia Spencer), un amor resistido, guiños al cine de los ’50, moralejas con consenso, persecuciones y toques fantásticos. La creación de un mundo existente sólo en la película es resultado de un trabajo minucioso y visualmente seductor, aunque concebido con un diseño artificioso que recuerda la obra de los franceses Jeunet y Caro (Delicatessen). Asimismo, el hecho de introducir al espectador en un clima de fábula puede agradecerse, pero –a pesar de algunos desnudos y momentos sádicos, característicos del cine de del Toro– La forma del agua no puede desprenderse de un aniñamiento que no tiene que ver específicamente con su carácter mágico, sino con el simplismo con el que han sido elaborados personajes, diálogos y resoluciones. Tres anuncios por un crimen y La forma del agua parecen golosinas más que películas, obras construidas con buenos materiales que brillan por separado, resultantes de un guión ingenioso y de un lustroso andamiaje estético respectivamente.