La forma del agua

Crítica de Federico Ignacio Bazán - Cuatro Bastardos

La Forma del Agua: ¿Quién es el monstruo?
Pasen y vean esta oda a la cinematografía gracias a la magnífica visión fantástica del señor Guillermo del Toro.
Entremos en contexto; los años 60, una fábula de otro mundo teniendo como telón de fondo a la Guerra Fría. Aquí existe una operaria de limpieza que se enamora de un monstruo acuático recién llegado, entonces la vida de esta chica muda cambia rotundamente.
La soledad, que la mayoría sentimos alguna vez, está plasmada de manera brillante con la presentación de la protagonista, Elisa. Desde la primera secuencia entramos en su intimidad, cuando nos presentan su rutina de manera directa y privada; ella es organizada tanto para autosatisfacerse en la bañera como hasta para limpiar sus zapatos. Y nos da su cuota de ternura al darle comida a su vecino de al lado, Giles, un pintor homosexual que intenta salir adelante con su trabajo. En él también vemos ese dejo de aislamiento y nostalgia, de querer ser joven y estar en pareja con un hombre que lo atiende en una cafetería.
Elisa llega tarde a su trabajo en una instalación ultra secreta del gobierno. Pero tiene a su amiga Zelda que la ayuda a marcar su tarjeta de entrada a tiempo. Ella no para de hablar, aprovechando que Elisa no es de charlar debido a su mudez, ya que con su marido no tiene conversaciones. A pesar de que también vemos a Zelda como a alguien incomunicada con su pareja, y tiene que descargar sus palabras hacia alguien, ella es la que le entrega al film el toque de humor que hace muy llevadero el transcurso de la película.
Estos tres personajes son interpretados por Sally Hawkins (Elisa), Richard Jenkins (Giles) y Octavia Spencer (Zelda), los cuales están nominados para los Oscars del 2018. Los tres son brillantes y nos dejan apreciar una química estupenda entre ellos, siendo más fácil para el espectador encariñarse con los personajes.
La empatía que abunda en la película nos llega a nosotros como un río que inunda nuestros corazones. Llegamos a comprender lo que Elisa siente y realiza, debido al monstruo que hay del otro lado. ¿Quién es el monstruo? No me refiero al “hombre anfibio”, si no al oficial Richard Strickland interpretado por Michael Shannon. Strickland es el que mantiene cautivo al anfibio (Doug Jones) haciéndolo sufrir de manera dolorosa, puesto que quiere matarlo en aras de la seguridad y la supervivencia. En una subtrama aparece otro sujeto que quiere preservar y estudiar a la criatura acuática (en interés de la ciencia, el Dr. Robert Hoffstetler, papel realizado por Michael Sthulbarg). Vale nombrarlo ya que hacia el final todos estos personajes colisionan de manera categórica.
En la película también tenemos el tema de la comunicación. Con la música, el baile, la comida y las señas, vemos como se empiezan a relacionar los personajes. Principalmente nos enfocamos en el ser anfibio de aspecto humano con Elisa, muda y enamorada. Dándonos a entender que el amor habla cualquier idioma. Una particular escena recuerda a lo bien que se llevaban Hellboy y Abe en una de los films del director. También apreciaremos cómo se hace escuchar la palabra de una mujer que no puede emitir ningún sonido de su boca. Cómo se comparte el amor, y la pura pasión entre dos seres completamente diferentes, pero a la vez iguales en el desamparo de la vida que “es solo el naufragio de nuestros planes”.
¿Cómo no hablar de Guillermo del Toro? El director y guionista (Junto a la co-guionista Vanessa Taylor) crearon este cuento de hadas para adultos. Ambos nominados a mejor director/guionista para estos Oscars del 2018. Del Toro logra compartirnos lo que sienten los personajes de una manera única y original. Es una historia de amor clásica, pero con una mezcla de géneros estupendo, teniendo como pilar lo fantástico, algo tradicional en el director pero que finalmente recibe el reconocimiento que merece.
Sólo un fanático del cine como Del Toro pudo lograr esta maravilla de película llena de referencias a otras piezas cinematográficas que sacian la sed del cinéfilo. Hay momentos, situaciones y escenas que te harán recordar a películas como La Bella y La Bestia, Starman, obviamente el monstruo de The Creature From the Black Lagoon, Liberen a Willy, Amélie, y hasta Road To Perdition, debido a una escena con lluvia y sobretodos.
Es el agua el elemento que unifica toda la estructura narrativa, utilizada en diferentes escenas y secuencias que fusionan diferentes géneros como el policial, el drama, hasta la comedia. Pero no olvidemos que el corazón, y los pulmones, de la película están llenos del agua que derrama el género romántico. Además de una diferente interpretación de la historia de Samson y Delilah (Sansón y Dalila). El guion está escrito como si desafiara la narración de los cuentos de hadas, o alguna clásica película de monstruos.
Todas las nominaciones al Oscar que tiene esta película en el rubro técnico, componen perfectamente esta relación entre lo solitario, el deseo, el amor y la fantasía que nos brinda esta pieza cinematográfica. Desde la fotografía majestuosa y placentera, con contraste y ese tono verdoso del agua, de Dan Lautsen (Crimson Peak); el precioso diseño de ropa que le da credibilidad al entorno; la edición y la mezcla de sonido con esos gritos del monstruo y transiciones de lo afónico a lo sinfónico; música original de Alexandre Desplat (El Discurso del Rey, Argo) que se asocia profundamente con los sentimientos que afloran en pantalla y un diseño de producción que logra una puesta en escena increíble.
La Forma del Agua, o fórmula, está integrada por una Historia de 2 personajes que Halagan los Ojos de los espectadores. H2O.