La fiesta silenciosa

Crítica de Patricio Casella - Geeky

La visibilidad de los agravios, abusos y delitos sexuales hacia mujeres han tenido una trascendencia y relevancia durante los últimos años como nunca antes. Los hilos de una sociedad machista y desigual van siendo cada vez más visibles y eso también logra reflejarse en las producciones audiovisuales.

La Fiesta Silenciosa es un cúmulo de un montón de situaciones de la sociedad. Hechos cotidianos que suceden en el silencio de la noche o a plena luz del día, una opresión asfixiante y continúa, que va llenando un vaso al punto tal que una vez que se rebalsa no hay vuelta atrás.

Diego Fried logra consolidarse como un director a mirar de cerca en esta producción, tercera dentro de su filmografía (antes realizó Vino y Sangrita, que no solo cuenta con una calidad actoral bien marcada, sino logra narra esta historia con una tensión in crescendo, en el que una vez que los hechos comienzan a desencadenarse, el drama logra transformarse en suspenso para mutar en ocasiones a un thriller con tintes de terror, en donde el espectador va descubriendo con parte de los protagonistas qué fue lo que sucedió.

La Fiesta Sangrieta es una producción de Aramos Cine y su elenco está conformado por Jazmín Stuart, Gerardo Romano, Esteban Bigliardi, Gastón Cocchiarale y Lautaro Bettoni.  La película se estrena el 4 de junio a las 22hs. por cine.ar TV y se podrá ver gratis en cine.Ar Play del 5 al 12 de junio.

La Fiesta Silenciosa comienza con la llegada deLaura y Daniel (Jazmín Stuart y Esteban Bigliardi, respectivamente) a la finca de León (Gerardo Romano), padre de ella, en la que celebrarán su casamiento al día siguiente.

En la casona ya está casi todo listo para la fiesta y solo quedan ultimar detalles, todos controlados y manejados por León, que con la misma manera que sobreprotege a su hija intenta dominar con firmeza cada situación que lo rodea. Desde el inicio del relato, la incomodidad de la protagonista se manifiesta sin decirlo verbalmente, pero con miradas, gestos, el tono de sus respuestas. Hay una tensión latente en su cuerpo, una presión a las horas previas a su casamiento y un contexto.

Acá entra gran parte del notable trabajo de Friedpara mostrar la tensión invisible entre este triángulo protagónico, que va desde la inseguridad constante de Daniel y la dominación constante del padre de Laura. En el medio, ella, que sufre esa opresión de circunstancias, que las evade tomando alcohol para abstraerse de lo que lo rodea.

Con imperiosa necesidad de escaparse un rato de esta realidad, sale a caminar por los anchos campos de la casa hasta que, por inercia y también por la atracción de risas y sonidos, llega hasta el terreno vecino, en donde se esta llevando a cabo una fiesta electrónica silenciosa, en la que todos los invitados utilizan auriculares para escuchar al dj que pasa música. Rápidamente ella accede a colocarse uno de los periféricos y acepta una bebida, el punto de partida para un desenlace que comienza a formar un rompecabezas dentro de la trama.

La protagonista no volverá de la misma forma hacia su casa, transformando no solo a los personajes sino al concepto mismo de la película. Nosotros, como espectadores, tendremos que ir descubriendo de a poco qué fue lo que sucedió en la fiesta, todo en un marco de escalada de violencia, tensión y misterio.

Es interesante ver cómo La Fiesta Silenciosa cambia de registros a medida que el foco de la película se ve modificado por las acciones de los personajes. De la crisis prenupcial pasamos al escape de la protagonista para luego tomar un camino de venganza sin vuelta atrás. Pero con ella, también arrastrará a su futuro marido y a su padre.

Estos registros también modifican el tono de la narrativa: la película pasará de un drama familiar al extasis de la violencia, al suspenso y por momento unos sutilezas de terror con una fotografía muy bien ejecutada. El terror no es algo puntual, pero hay un momento muy particular que sucede mucho en producciones de este genero, y es cuando el o la protagonista cruza por el punto de no retorno. Ese umbral solo tangible para el espectador y del que la historia se vale para transformar la trama a gusto del director.

El sonido es, desde ya, un factor fundamental dentro de la ambientación. Los silencios son los verdaderos estruendos dentro de las escenas y hay un cuidado sonoro quirúrgico en las escenas, con un ambiente alimentado de forma exponencial por esos incómodos momentos sin música, sin ruidos, sin absolutamente nada.

La Fiesta Silenciosa, durante sus 85 minutos de duración, logra alimentar esa tensión constante que verdaderamente atrapa, que solo tiene se desdibuja cerca de su recta final, pero que en ningún momento afloja. Es un híbrido de géneros en el que pudo haber salido todo de forma desastrosa pero termina sucediendo todo lo contrario.

Si bien todo el elenco realiza un trabajo bastante interesante, quien resalta por sobre los demás es Jazmín Stuart, en un papel tan fuerte como empoderado, que buscar abstraerse de lo ético y moral para tomar venganza por mano propia, inyectando de dilemas y dicotomías a todo el resto de los personajes. Ella es la causa y la consecuencia de la historia y todo gira en torno a esa opresión y sufrimiento que padece, tanto emocional como físicamente.

La Fiesta Silenciosa es una película que logra entretener desde el comienzo, alimentando una tensión e incomodidad de la que no escatimará violencia y sangre cuando la historia lo precise. Diego Fried deja mensajes aquí y allá, con personajes creíbles y situaciones que son un reflejo constante de una realidad que sucede en el mayor de los silencios.