La fiesta de las salchichas

Crítica de Martín Torres - Fuera de campo

La historia de una salchicha que en vísperas del día de la independencia norteamericana cae en un carro de compras es el puntapié inicial de un guión lascivo y políticamente incorrecta repleto de referencias al sexo y las drogas que solo Seth Rogen, Jonah Hill y Evan Goldberg pueden ofrecer. Lo nuevo en realidad es el formato en que se elije contarla. Y para eso, Conrad Vernon y Greg Tiernan que cargan en sus espaldas la experiencia de haber dirigido Shrek 2, Madagascar 3 y Thomas & Friends entre otras, fueron los elegidos para darle forma a la ejecución de semejante disparate audiovisual.

La principal diferencia con otras producciones de Seth Rogen y compañía es que el tono promiscuo y burdo acompañan una premisa fresca, divertida y osada que encuentra en la animación la excusa perfecta para derrapar a niveles inimaginables. Solamente pensar en la posibilidad de filmar algo similar con actores en vez de personajes animados parece una invitación abierta a la censura o a la mera provocación. Pero a veces en el afán de empujar los límites de lo grosero el ritmo se vuelve un tanto tedioso y a pesar de su escasa hora y media de duración es inevitable abstraerse de la trama y preguntarse cuánto falta para el final. Es fácil pensar este tipo de historias no abundan en el cine comercial, pero luego uno se acuerda de South Park y todo parece menos arriesgado que el estreno de Bigger, Longer & Uncut allá por el año 1999.

Levantando la herencia de Pixar, Dreamworks y todos los grandes estudios de animación, los guionistas toman la misma idea de plantear un mundo colorido y en apariencia fastuoso en el cual repentinamente sus protagonistas comienzan a blandearse con experiencias carnales de todo tipo. Orgias, muertes brutales y prácticas lisérgicas son el vehículo que utilizan los guionistas para mostrar el lado B de todos esos personajes que si hubieran sido rendereados por otro estudio no harían más que sonreír, saltar y divertirse.